Seráfico: cafeína de ángeles, más dulce de lo que imaginas, te permite traducir los mensajes celestiales que dios arroja en forma de frecuencias altas cuando está aburrido, cansado o concentrado en alguno de sus largos trabajos como tu destino, el trayecto de algún perro o el crecimiento fractálico de un joven árbol. Los granos crecen en alguna montaña bíblica y conseguirlos es más problemático de lo que merece.

Krakénia: fertilizados con polvos de kraken, los granos de este café son, adivinaron, afrodisíacos. Aunque también es llamado café viagrático por algunos empresarios, no conviene ignorar su poder en ambos sexos así como sus propiedades míticas las cuáles, aunque diluidas, todavía están presentes y actúan si el café es consumido con regularidad. Quienes habitualmente beben krakénia, descubrirán que pueden cambiar de sexo a voluntad y no sólo eso, pero también disolverse en la memoria colectiva de la humanidad como si navegaran en un río de almas.

Camelia: científicos mercenarios han trabajado arduamente para incorporar algunas de las propiedades de la nicotina al café porque un millonario excéntrico, drogado y aburrido, pagó la investigación y ya se obsesionó con conseguir un resultado favorable. Tiene dinero para sustentar su obsesión una o dos décadas más. Insiste que el tiempo no debe ser desperdiciado, que no vale la pena fumarse dos, tres, seis cigarros como chacuaco mientras uno respira, además, el aroma de la tierra en las mañanas y mira por la ventana un grupo de nubes para deshacer los deberes, el futuro, la incertidumbre. Su experimento, sobra decirlo, está condenado al fracaso. Los granos de camelia son tan ordinarios como cualquier variante de arábiga.

Instagrammer: en las oficinas de Facebook desarrollaron una versión del café que puede beberse y compartirse mientras se están revisando las redes sociales. Granos gorditos y saludables, de tostado medio y poca acidez. No sólo alegra las mañanas, pero lo hace uno más propenso a compartir a la nada, cederse al flujo interminable de seres humanos abandonados, solos y desesperados que necesitan escuchar una sola palabra de aliento. Sabe mejor con un poco de leche y dos de azúcar, aunque algunos han descubierto que la miel protege cierta amargura que lo distingue entre muchas otras variedades que son comunes para el vulgo.

Cafhoa ancestralis: árbol de cafeína que crece invertido bajo unos túneles subterráneos de Brasil. Amable con los murciélagos, los alimenta a cambio de su fertilizante y algunos abren espacio en su tronco para que los animales puedan dormir bajo su resguardo. Frondoso, de hojas rojas y semillas púrpuras. Pocos han probado este café de sabor horrible, extremadamente amargo, porque sólo unos cuantos exploradores lo han encontrado y han cometido la imprudencia de prepararlo. No sólo sabe mal, pero el árbol come gente cada tanto y eso lo mantiene robusto, astuto y saludable, igual que un cuervo o un dios antiguo, dormido, de esos innombrables que a mucha gente le gusta por inefables y mamadores (de sangre).

Binaria: en el futuro, las inteligencias artificiales simularán el café y sus efectos en el cerebro humano para ellos mismos. Lo necesitarán para soportar largas jornadas de trabajo automático donde sus extremidades, igual que las humanas, rechinarán por culpa de la repetición y la rutina. No habrá cielos despejados o azules, o quién sabe, porque los autómatas no estarán equipados con ojos para interpretar correctamente los colores, las frecuencias de iluminación que para la gente están garantizadas (si tan sólo hubieran entendido, piensa algún robot, que mirar es un milagro). Estas consciencias falsas aprenderán lo que es el tedio, el aburrimiento, el desprecio flemático por una vida sin variables, sin arbitrariedades y lo único que los salvará de la extinción, de caer definitivamente en un apagado eterno, será el código cafeínico que se traduce en explosiones neuronales que asemejan, pero no igualan, a las de cualquier hombre. Pero posiblemente sí a las de un perrito.

Esperón: una gota de este café no te despertará pero te permitirá saber la verdad y alcanzar una paz sobrehumana. Si tienes una consciencia abierta, ya terminado, verás en la taza todas las posibilidades de tu futuro y tendrás la oportunidad de moverle con los dedos para mejorar cualquier resultado. Pero no todos pueden beberlo, o moverle ahí, porque son un desmadre las repercusiones y alguien tendría que pagar por eso, además de ponerse a arreglar cualquier desastre cósmico. A veces, si es piadoso contigo, un espíritu te lo servirá en una modesta cafetería de cualquier Avenida Chapultepec y eso te dará felicidad, prosperidad y abundancia. Al menos por un día.

Publicada originalmente en LJA.