A menudo pienso en el suicidio de H. Lo imagino leyendo comics, en el comedor, mientras prepara las emociones que pronto le exigirán en su trabajo. Él sabe que no logrará mucho, que pronto será reemplazado por otro o por otros, y que diez años de su carrera, tendrá que vivirlos en silencio (y quizás, sólo quizás, tendrá otra oportunidad), como mejor pueda, tratando de ignorar que en algún momento fue alguien y ahora muchos otros lo son, y esos otros, idiotas adorables, no tienen consciencia de la fama, de la importancia de ser un rostro reconocible, un portavoz de infinitas causas para mejorar el mundo, el de los amigos y los queridos, el pequeño, el de la ciudad, el de los sueños familiares.

Supongo que H sabía que los rostros famosos son un livefeed. Anticipó que el entretenimiento tiene que maravillar, atrapar a su espectador, en menos de seis segundos o en una cápsula de 140 caracteres. Ya no son tiempo para argumentos pausados, tramas que urden con suavidad y amorosa paciencia un crescendo. Hemos recortado la montaña rusa en los altos y los bajos. La nación de los impulsos: las carcajadas súbitas, las confesiones superficiales a los extraños, un refresco de otro sabor porque este no te gustó y ya te lo acabaste. Soda Pop Machine. Every Face LiveFeed. Podemos cometer los actos más atroces pero solo todos los viejos y algunos adultos tendrán memoria y este mundo ya no les pertenece. We are grinding our teeth in expectation.

(Todavía recuerdo su rostro. Lo mastico como quien mastica un caramelo. Lo interpreto y acomodo ciertas emociones en él porque eso me gustaría creer).

Algunas veces creo que H se suicidó porque, si tenía aspiraciones artísticas, o si deseaba una oportunidad de grabar su rostro en el cerebro de la multitud, tenía que hacerlo. Corren los tuits, los updates de Facebook, cinco reblogs en tumblr pero alguien se mata y el ser humano tiene el impulso de detenerse. Every Face LiveFeed. El espectador encuentra en el rostro del suicida una escabrosa familiaridad. Los ojos, las arrugas, la sonrisa (una sonrisa emulada de sorpresa, de cariño, de bravato que se torna en nuestra propia sonrisa, la de la compasión, la de la esperanza, la de hoy-me-jodieron-mañana-ya-no-tanto).

H cierra los comics. Cuando termine su trabajo, en unos meses, ya sabe lo que debe hacer para detener el flujo de información, aunque solo sea por un breve instante.