Anoche soñé que dejábamos a Nico libre en una plaza. Entonces ella se iba, sola y nos dejaba atrás a Sol y a mí. Le reprochaba a mi esposa. ¿Dónde está la correa? ¿No te he dicho mil veces que su nariz es su perdición? Ella me sonrió y me tiró de a loco. Qué importa. Es un sueño. Avanzamos unos metros a una mueblería. Había un bulto debajo de las sábanas. Era Nico. Estaba durmiendo. Cuando levanté la tela, ella volteó a mirarme con sus ojos tristes, se levantó y huyó. La correa, pensé otra vez, pero tal vez… y comencé a entender que lo mío era un sueño, no una pesadilla. Por eso después me la encontré en una tienda de cadena, como un bulto debajo de todas las camas en exhibición, probando de cama en cama, hasta que llegamos al final del camino: un sillón de tres plazas. Ella me esperaba ahí, como un ángel guardián y mortífero invitando a un definitivo descanso. Me senté junto a ella. Ambos decidimos dormir.