Aunque Nico tenía algunos gestos asexuales y rasgos, a veces, masculinos, no cabía duda que era mujer. Mateo la conocía desde que eran niños. Su nombre era Nicolasa, como su abuela, pero ella prefería que sus amigos le llamaran Nico. Dio la respuesta a Casiopea un tanto molesto. Había tomado la falla tecnológica como un insulto personal a su amiga.

—Gracias, reitero: disculpa la molestia. Mi sistema nunca había fallado así… es como si… No, olvídalo. Dejaré de molestar con esas pequeñeces. Por favor, espera un momento. Buscaré a Nico.

Mateo vio la pantalla: Casiopea mostraba un mapa de la mansión, el jardín y los edificios. Se acercaba y se alejaba de determinados puntos, como si estuviera buscando con lupa. Luego de unos segundos, se detuvo y coloreó un área de rojo. Apareció un recuadro: “Nico se encuentra en el sector A3”. Mateo no entendía de perspectivas, creía que su amiga se encontraba a dos pasos.

—Te daré instrucciones para llegar al sector A3. ¿Quieres que mande un aviso a Nico para que te espere?

—Sí, manda un aviso. Dile que pronto estaré ahí —Mateo hizo una pausa—. Dirígeme.

Mateo recibió las instrucciones en la pantalla, además de que la voz de Casiopea lo llevaría ahí. El primer paso era abandonar los cuerpos danzarines que le rodeaban. Mateo empujó, danzó y se estiró del centro de la pista, hacia los bordes para salir por una de las puertas a los jardines exteriores. Si entendía correctamente, el sector A3 era uno de los edificios aledaños a la mansión.

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