La “lección de humildad” ocurrió este domingo y tuvo continuación este martes. Nico tuvo el placer de conocer a Cucho (husky jala-trineos). Es un perro enorme y lleno de energía, con apenas ocho meses de edad. Recuerdo cuando lo conocí y era un cachorro adorable, como para fotografía en tarjeta de Hall-Mark. Ahora es el primo hermano de Marmaduke. Muerde los muebles, rasca los acabados de la casa con los dientes, se come los osos de peluche y los regalos de San Valentín. A mí me intimida. Cuando lo escucho ladrar termino saltando.

Dice el mamón de Cesar Millán, una colección enorme de páginas en internet y dos o tres libros que he leído acerca de entrenar perros, que uno debe estar sereno moreno a un lado del perro. Que uno debe ser un bastión de seguridad y liderazgo. Lo ideal para un perro en casa, es que te mire como el alfa y con ello, respetará tus instrucciones. Incluso con perros en casa ajena, uno debe mostrarse seguro para que el perro respete tu espacio, no te rete, no se te suba encima, entre otras cosas. Eso combinado con una buena educación, ayudará al perro a ser feliz. No hay soluciones mágicas para que un perro se comporte, es una combinación de compromiso y necedad. Cucho se paró, sus patas me llegaron un poco abajo de los hombros y toda mi sicomierdaencantadora de perros bajó unos cuantos escalones, se despidió del público y salió por la puerta. Siempre he tenido miedo de los perros grandes.

Será cuestión de práctica.

El domingo, día de Óscares, Nico decidió esconderse detrás de mí cuando Cucho se le acercaba, le ladraba y la buscaba para jugar. Nico dio vueltas por los lugares bajos de la casa buscando el escondite definitivo, pero Cucho no la dejaba en paz. Cuando ella lograba esconderse, Cucho sencillamente se alegraba de esperar sentado. La paciencia de un perro puede ser milenaria y tan deficiente, a la vez. Nico se cansaba del lugar y salía a buscar otro, entonces Cucho salía disparado a buscarla, sacaba la enorme lengua y prometía que la iba a babear completa. Eventualmente, luego del fracaso recibido, salí con Nico al patio de estacionamiento de mi cuñada y ella se dedicó a correr y dar vueltas, mientras yo fumaba un cigarrillo y giraba los ojos.

Al final, nos despedimos y prometimos una segunda visita, ya que las cosas estuvieran más tranquilas. Al final, Nico y Cucho se conocieron y eso me pareció una ganancia. Este martes en la noche repetimos la hazaña. Sacamos a Cucho, a Nico y a Killer al jardín. Killer, como perro viejo, de cincuenta años humanos de edad, se dedico a oler el jardín y marcarlo para decir: “Hey, yo estuve aquí”. Nico y Cucho parecieron ignorarse y se dedicaron a oler el pasto. Milla, la otra perra french de mi cuñada, hizo lo mismo que Killer. Dar vueltas hasta encontrar un lugar satisfactorio donde despojarse. Eventualmente cerramos la puerta del jardín (Milla se metió justo a tiempo) y los tres perros tuvieron ocasión de seguir explorando el jardín.

Killer eventualmente se acercó a la puerta de cristal, tomó asiento y abrió los ojos enormemente, esperando que alguien lo dejara entrar. Nico se quedaba junto a él mientras Cucho trataba de picarle el orgullo para que jugaran. Cucho no se acercaba del todo porque… al parecer, le tiene un enorme respeto al Killer. Sigo sin entender como funcionan las jerarquías de los perros. Mientras que Nico no respeta los gruñidos y los berrinches del Killer, Cucho sale disparado si este le gruñe un poco. Nico se acomodaba al Killer encima, como si fuera una bufanda, para que Cucho no se le acercara y Cucho se largaba a correr, y dar vueltas en el jardín, hasta que se cansaba de hacerlo solo y se acercaba a Nico para ver si ya tenía ganas. Esto parece una anécdota de jóvenes amantes.

Más tarde, Nico se acercó a unas ramitas de un árbol que habían podado. Cucho aprovechó la oportunidad y le arrebató la ramita con los dientes. Nico se hizo más consciente del espacio y ambos corrieron alrededor del jardín. Mi cuñada me advirtió que Cucho era tosco y tuvo razón, cuando más de una vez Nico se tropezó por los acercamientos del husky y rodó por el jardín como un costal de papas. Nico entonces usó sus patas como las de un boxeador, para alejar el hocico de Cucho que la amenazaba en el juego. Jabs al hocico. Cucho entonces giraba y trataba de agarrarle las orejotas con el hocico. Nico se animó a cubrir las alturas, saltando de vez en cuando y parándose en dos patas, para doblegar al animal más grande, más rápido y más audaz que ella. Su altura y su velocidad no eran suficientes para lograrlo.

Killer, todo ese tiempo, nos miraba por la puerta de cristal y en su cara podía ver un honestísimo–. No mamen, ya estoy viejito, déjenme entrar.

Nico perdió todas las de la noche. Honestamente, es demasiado perro para ella y eso está bien. Está tan cansada que no ha molestado esta mañana y duerme sobre la cama. No me siguió por toda la casa cuando me hice el café, ni cuando puse una carga de ropa a lavar. Prefiere dormir y acumular energías para molestarme. El perro cansado, dicen en todas partes, es un perro feliz y bien portado.

Moraleja: cansen a sus esposos.