Hablando de nombres –supongo que todavía tengo el tema de la columna de guardagujas en la cabeza–, decidí hace tiempo asumir la responsabilidad del mío. Es decir, dejar atrás el sobrenombre de arboltsef y sus variantes, para depender de mi nombre legal en lo que concierne a estas cuestiones del escritor, de la red, de lo que dice uno y que permanecerá con vida en la nube hasta que los servidores se hagan polvo y el internet deje de existir como esa telaraña cibernética cernida sobre nuestras cabezas. No digo el nombre verdadero, porque… bueno, el nombre verdadero es otra cosa. ¿Existe un nombre de verdad para cada uno de nosotros o nuestro nombre cambia dependiendo de la circunstancia en la que nos encontremos?

Cuando facebook me pidió el nombre corto para mi perfil, recordé el arboltsef, suspiré y mejor usé agustin.fest. Después de todo, el árbol ya es un pasado y es el sobrenombre que sólo unos cuantos amigos utilizan para hablar conmigo. El subtítulo de este blog cambió de “buscará hasta encontrar el único y verdadero” a el blog personal de Agustín Fest. Otras veces cambia a ¿me regalas un cigarrillo?, pero es un capricho de un vicio al que no he recurrido ya en más de una decena de días. Cada vez que pongo el nombre en algún lugar y suavemente elimino el mote de árbol, siento como si sucediera algo extraño, como si de verdad me estuviera apropiando de mis palabras.

El día de hoy lo hice con mi cuenta de twitter. Dejé atrás el arboltsef para cambiarlo por agustinfest. Habría usado afest (el ruso se lo llevó) o adfest (como era de esperarse, lo tiene un promotor de festivales para campañas publicitarias), pero ambos ya están tomados y bueno, no se diga más. Mejor el nombre completo que cualquier otra variante que se me quede pegada. Pasaron muchos años para hacer el salto, así que otro nombre es lo que menos necesito y con la reciente actividad que tengo en twitter, el cambio de nombre parece gran cosa. Personalmente lo es.

Hablando de nombres, ¿recuerdan que hace algunos días escribí el relato de las últimas 51 horas de un moribundo? Había un detalle en la entrada que es bastante obvio y que se me resbaló comentar (no sé si por ingenuidad o por olvido): En esta era digital cualquiera puede pretender ser un moribundo, cualquiera puede jugar a que se murió, cualquiera puede inventarse una vida completa. Si yo me inventé un árbol de los mil nombres, un niño de quince años en Illinois pretende que es un gran programador para que le paguen fuertes sumas de dinero. En este caso, una persona dio unos pasos al frente y confesó que él era LucidEnding, y que nada de eso había sucedido. Minutos más tarde dijo que lo suyo era una broma, que él no era LucidEnding, pero que no dudaba que este personaje no existiera ya que el Acto de Piedad en Oregon, se refiere a una muerte asistida a través de pastillas, no de inyecciones, como LucidEnding lo hizo ver durante su momento cibernético. La verdad es que no he leído el acto de Oregon para confirmar alguna verdad. Siempre pensé que la inexistencia de LucidEnding fuera una posibilidad.

Si esto es o no es una mentira, insisto que es un buen ejercicio ver a la gente, lo que responden, lo que preguntan, las fotografías que compartieron a un moribundo. Durante varias horas una sola persona: LucidEnding, fue real para un número bastante enorme de gente. Es curioso, también, pensar en este evento como el origen de una mentira. Reddit, como todas las redes sociales que soportan el anonimato y la inmediatez, se llena de anónimos mordaces y de escépticos por convicción (o por deporte). Un mentiroso que engaña a los otros mentirosos hasta que todos terminan creyendo en esa verdad. El caso de Adrien Chen quien aceptó y luego negó que era el mismo LucidEnding, provoca muchas preguntas interesantes, sobre todo de ser el escritor detrás de ese personaje. Tal vez entendió que lo mejor era dejar la mentira intacta porque fue el inicio para los sueños de un colectivo o una llamada a la vida para muchos otros como él. Esto también rinde para una historia. El análisis de todas esas vidas humanas y como se ven afectados en lo que necesitan creer.

Eso es internet… un colectivo de todo lo que necesitamos creer. No necesitamos televisión o periódicos con grandes letras impresas, cuando ya todo lo tenemos al alcance de todo lo que nuestros dedos puedan escribir en un buscador de necesidades.En esa búsqueda se van las horas del oficinista que tiene desbloqueado el acceso o del viajero que no puede despegarse de su smartphone. Un ama de casa está leyendo sitios de los que nadie más entendería y un perro observa en youtube ladrar a otros perros. El personaje más aclamado de nuestra comunidad acaricia las imágenes que ve en su pantalla con los ojos de un enfermo.