Qué despreciable palabra: motivacional, como esos momentos débiles cuando escuchas a tu cerebro hablar como un comercial de escuela–. Necesito motivarme. Necesito motivarlos. Necesitamos motivación. La motivación nos arrancará del fango de la ignominia y la apatía. La motivación es la salvación del amor y de todo lo bueno de este mundo. Es que me motivas cada día amarte, más y más. Me motivas a ser una persona mejor, soy el “mimismo” mejorado y motivado. No la desprecio por el significado, ni siquiera por cómo se escucha, si no porque a fuerza de repetición por parte de un puñado de mentirosos, débiles y pasmados se hace molesta. La palabra no tiene la culpa, la culpa es de la boca que la utiliza y los dedos que la liberan. ¿También soy un culpable motivado? ¿O tengo la esperanza motivacional de redimirla? “Es que señor, me motivaron las nalgas. Son mis nalgas motivadas”. ¿Será?

Posiblemente son las fechas, estudios recientes indican qué “motivación” y sus variantes, son utilizadas de manera indiscriminada y copiosa durante los días finales del año pasado y los primeros días del año en curso. “Necesito motivarme para…” [Insertar propósito] y luego se transforma en “Es que me falta motivación, pero juro que voy a…” [Insertar propósito en vías de extinción]. La culpa no la tiene la palabra, si no la falsa necesidad de utilizarla. Ya luego se aminora el uso, pero aún así, cuando escucho: “motivación” (y sus variantes), suena una señal de alarma y mi atención se dispara para saber una de dos cosas: La persona que la utilizó es un iluso que verbaliza en vez de actuar o bien, es un manipulador que utiliza ese discreto lenguaje empresarial para tener bien y contentos a los obreros del sistema (especialmente… motivacional).

Me gusta más la forma más sencilla de la palabra: “Motivos”. ¿Cuáles son tus motivos? Suena como una pregunta negativa. En apariencia, “motivos” lleva la imagen de una persona que calculó todo para efectuar una hazaña funesta que le traerá beneficios (inmediatamente se piensa en la palabra crimen). Generalmente se escucha lo otro: “Mi motivación es…”, que me imagino es resultado, precisamente, del poder que tiene un libro de auto ayuda en el universo y que cae como un efecto dominó, golpeándonos a todos. “Mis motivos son…” Ambos son correctos, ambos significan lo mismo, pero el uso diario y tener la oreja abierta, me invitan a separarlo en connotaciones negativas y positivas.

Por eso, la invitación es que los espacios motivacionales sólo sean de medio tiempo. Una persona promedio gasta más usando las palabras que usando ambas manos para construir algo. Es válido salir a correr, comerse una hamburguesa, escribir un libro, escuchar una lista de música sin motivo alguno. Los motivos, después, en la cabeza. Motivos que se manejen como un árbol de decisiones, que te pueden llevar a cumplir todo lo que quieras.