Los horóscopos aparecen después de las dos de la mañana (hora centro, o -6, justo ese meridiano donde uno puede encontrar las puertas del infierno en ciertas coordenadas que debo guardar porque así me lo encargaron unos señores vestidos bien chistoso). Igual que los infomerciales o las adivinas en la televisión con la ventaja de que ahorras energía eléctrica al no prender la televisión. En el momento que aparecen los horóscopos, es cuando descubro que ya me fui de corrido y que -ji, ji- lo hice otra vez. Me desvelé. Probablemente estoy esperando que algún día, uno de estos horóscopos sea el mío. Todavía no encuentro un tuitero que sea un compañero sagitario. Tampoco es que lo busque con ansiedad.

Los colegas tuiteros que publican sus horóscopos, son personas que han entrado a twittascope y han registrado la aplicación dentro de tuiter. Registrar una aplicación es darle permiso de que haga magia con tu cuenta. Aparecen mensajes sin que lo esperes, por ejemplo, o manda mensajes directos a todas las mujeres bellas. Primero me molestaba leer tantos horóscopos (evidencia de un trauma infantil, supongo, que me hacía dar cuenta de la hora y qué pronto mi mamá saldría a darme unos escobazos si no estaba en la cama), después entendí que no debía hacerlo por dos reglas fundamentales:

  1. Si no te gusta, no lo leas o no lo sigas.
  2. No todas las almas son tan valientes como para dar ese paso y ofrecer un servicio desinteresado, ya sea un horóscopo o la señal de que ya atravesaste las horas decentes.