Tienes cara de hacerlo. Tienes ojos de hacerlo. ¿Por qué te escondes? Escondes la boca porque sabes que si la muestras entrarán las moscas. Tus ojos miran a la derecha, miran a la izquierda. Sí, puedes hacerlo. No lo niegues. Acércate un poquitito. Juguemos a la cuchara es el avioncito y la boca ansiosa la pista de aterrizaje. La disposición endurece los bríos, la necedad, una buena propuesta. ¿Piensa mal y acertarás, carnal? Probablemente me equivoque, ¿pero no dicen que vivimos de equivocaciones? Nos imaginamos veinte años adelante, en una entrevista a nivel internacional, donde podemos sonreír y hablar con toda la práctica del mundo–. Excelente pregunta Jim, pero no estaría aquí si no fuera por mi cadena de trompicones y bocas rotas –Prueba y error. Vamos a encontrarnos después de ese largo viaje. Su disposición, dice, endurece los muslos, endurece a las piedras y la fuerza descomunal de unos dientes que aprietan. ¿Por qué aprietan? Puede ser por el dolor y el desencanto, puede ser por el hambre o un poquito de lujuria, la magia de unos dedos extendidos y un tirón de cabello. Lo que no sabe es que no importa cuanto apriete. Jamás podrá romperlo. Su disposición, dicen, endurece.