En mis caminatas encontré estos pantalones… olvidados. ¿O abandonados? No sabría decirlo. Generalmente, es más fácil encontrar sostenes (que palabra tan abandonada, ¿u olvidada?, calzoncitos femeninos (opción: bragas), playeras desgastadas. ¿Jeans abandonados? Sí, una observación más cercana tal vez habría descubierto los misterios. No pude hacerlo. Sólo me acerqué para tomar una foto. Probablemente si los tomaba con una varita y los extendía al sol habría resuelto todas las respuestas. ¿Algún flujo traicionero? Claro, el flujo… traicionero… la caca, le dicen. ¿Pero qué tal si era sangre? ¿O qué tal si estaban rotos más allá de lo reconocible? Una de las historias que más me divierte es la certera venganza de una mujer. Hice que te bajaras los pantalones, en esta calle escondida, este lote baldío y ahora… yo me voy corriendo. Me imaginé a la mujer corriendo, después que el hombre se bajó los pantalones. Lo que es mejor, esa mujer corría con los calzones de su amante apócrifo en las manos, por las calles de Cholula, riendo salvajemente frente a las iglesias y los corrales, los lotes baldíos y las plazas abandonadas. Ojalá yo tuviera una historia así.