Tuve un sueño. Ella jugaba a enojarme porque deseaba que fuera duro. En medio de esa situación extraña donde lograba enojarme, existía el contexto de una comunidad. Desnudarme y ser violento. Desnudarla y ser agresivo. La comunidad no debía saberlo. Ella parecía disfrutarlo inmensamente, aún cuando antes no había mostrado señas. Yo, por mi parte, en el contexto de mi sueño, jamás había tocado a una mujer de esa manera. Recuerdo que la comunidad y la historia de fondo era muy interesante. Pero sólo eso recuerdo. Cuando desperté, con la garganta de borracho y la cruda de cigarro, todavía me sentía en aquel mundo y que deseaban enojarme. ¿Qué diría un psicólogo? ¿Represión sexual? ¿Ganitas de algo nuevo? ¿Debería abrir mi cabinete lleno de fuetes, látigos y esposas de piel?

Nada sexy a las nueve de la mañana con los ojos hinchados y la promesa de venir al trabajo. De verdad. Busqué mis anteojos oscuros pero no los encontré. En mi mochila guardo los recuerdos: Cajetillas de Camel, una dedicatoria escrita, mi moleskine y mi diario. Pero cosas importantes como los lentes oscuros para cuando despierto crudo…

Estoy pensando comprar otro café en el K-Mart. Maldición por tener dinero en la cartera. Anoche estuve en una reunión de psicólogos. Como siempre: calladito me veo más bonito. Observa antes de hablar. Fernanda me obligó a contar la vieja historia donde me perdí en el culo del mundo. Los psicólogos, como es historia en este blog, provocan precaución y decoro. Eran amigos y tenían historias que venían arrastrando. Lo mejor, cuando no conoces el contexto, es callarte y escuchar. Siempre. Confieso: No me había sentido tan cómodo como ayer desde hacía mucho tiempo. Lástima que no les conocí antes.

Ahora me encuentro aquí con los ojitos de regalo, escribiendo frente a una computadora y fumando casualmente. Tres cervezas nomás y siento como si hubiera tomado wacacha blanco. Wacachatan Le Blan. Bacacho. Bacardí. Yo creo que si nadie dice nada, guardaré mis cositas y huiré como si nunca hubiera venido. Podría retomar la vieja costumbre y pedir mi huarache a dos cuadras de aquí. Sí. Eso haré. Primero desayunaré y luego me lamentaré: De no haber desayunado, pudiste huir a tu casa, apagar el celular, desconectar las líneas telefónicas, esconderte en tus sábanas y sonreír mientras sueñas el sexo rudo y la violencia.