Me faltan aún tres catálogos. Regresé a mi casa a las dos de la mañana. Pensaba regresar más temprano para terminar los pendientes, pero Jorge me hizo esperar y la plática de los viejos tiempos me obligó a sentarme, escuchar un rato y compartir anécdotas de guerra. Ayer trabajé en casting de nuevo, como director de uno para una campaña de conscientización en la elección de conductores designados (si se emborrachan, no manejen )… de once a ocho de la noche, encerrado en un foro y otras seis horas platicando con mis excompañeros. Así reviví una de las épocas más divertidas, caóticas y entrañables de mi vida: Jorge Carrillo Casting. Fue inesperado y justamente necesario. Aún cuando me encuentro entregando un trabajo urgente que se retrasó muchísimo por la escapada me siento todavía contento. Estoy dispuesto a desvelarme, trabajar todavía y esperar como un sueño, el amanecer del siguiente día.

Así eran mis desveladas poéticas en Casting, por lo menos, dos veces a la semana por la chamba. Digo poéticas, porque me sentía literato… me iba por mi café, miraba largo rato por la ventana, prendía un cigarro y pensaba en el argumento cíclico de la humanidad. Como inevitablemente continuamos repitiéndonos, replicándonos, hasta el infinito que dura la existencia de nuestro linaje. Es decir, unas desveladas bien pinche mamonas.

Este lunes me presenté con Jorge Carrillo porque me habló para la oportunidad de un trabajo… subiendo, editando, diseñando y manteniendo la página web de una productora (Nota mental, hablar con el Negro Ornelas). Por casualidad, me quedé más tiempo del que debí y de repente, yo solito logré endilgarme lo de un bomberazo al que nadie más podía tomarle video. (Neh, la verdad es que Jorge dijo: pues dile a ese wey [Yo, sentadito, fumando, en un silloncito, mirando su jardincito zen y cuando me di cuenta, ya no me daban muchas ganas de decir que no]).

Un sólo día de casting, entre los personajes había citadas chavitas guapas de 16 a 24 años y la promesa de un quiñón fácil en la bolsa… minifaldas y varito, la misma estúpida razón por la que me quedé trabajando ahí durante cinco años. No pude resistir la tentación. De repente tenía ya en mis manos la solicitud de casting, los diálogos y el background del proyecto. Durante la tarde lo estuve revisando y pensaba que hacía mucho no tocaba una cámara de video, que podría verme en problemas y sobre todo, anticipaba las horas donde habría estar de pié, la cantidad absurda de gente (peor que un mercado) y los idiotas… sobre todo los idiotas (a veces pienso que como yo), los replicados cuyos cambios a través de los años son menos evidentes que los de gente común y corriente. Si, anticipaba el día siguiente con la dulzura de un niño preparándose para la navidad.

Nueve de la mañana del día siguiente (ayer), continuaba revisando los textos y la solicitud. Tenía miedo de presentarme, tenía miedo de cagarla. Me miré en el espejo, me rasqué una nalga, prendí la computadora y me metí a bañar. Saliendo revisé correo, no había nada, revisé uno que otro blog, miraba de reojo la hora, pensaba en lo del casting. No sólo era el tiempo que había pasado sin meterme a un foro, sino que cuando hacía castings pocas veces lo había hecho. Por lo general, lo hacía por cubrir a alguien más, por tomar perfiles para algún proyecto de stock o por hacer un casting fantasma para cubrir otro tipo de trabajo (CEFAC, por ejemplo). No sólo estaba oxidado, sino falto de experiencia.

En fin, todo salió mucho mejor de lo que esperaba… pero eso, terminaré de contarlo en el siguiente post.