…pero sigo pensando que el mejor lugar para dejar esta vida, sería en una playa y mis ojos hacia un mar extenso, la brisa golpeándome, una hielera de coca colas (maldita mercadotecnia), y mi nieta, si, tal vez será mi nieta, caminando por ahí en un vestido blanco a un lado de mi esposa. Un amor muy grande. Entonces cerraré los ojos, me pondré un sombrero de paja en la cabeza y por fin, en ese estado absoluto de paz y serenidad que no he tenido en 24 años de mi vida, habrán de cerrar todas las historias de mi cabeza. No es que haya sufrido mucho (quien sabe, ¿quién tiene varas para medir el sufrimiento de cada uno?), pero mi neurosis me basta para pedir un buen descanso.

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No sé que decirte. He tenido unos días muy extraños. Hace un par de días, a una de mis amigas se le murió el prometido. No sé cómo hablar de ello, no sé cómo hablar con ella. No es que platicáramos mucho, si hubo sus días en que ambos platicábamos todo el tiempo y que nos confesamos un par de cositas por ahí. Pero eso fue hace tiempo, años. Soy muy malo para las fechas. Las pláticas disminuyeron a contarnos de nuestras respectivas parejas, de nuestros planes, de cómo era posible que nos casáramos al mismo tiempo. La noche antes de que me dijera que él había muerto, simplemente le dije que debiera portarse bien, que todos podían hacerle ojitos pero ya nada de portarse mal. Cositas así pendejas que se dicen entre amigos… cositas que se dicen después de semanas de no hablarse. Al día siguiente se abrió mi ventanita de messenger y apareció un mensajito escueto–. Se murió mi novio. Se disparó una serie de cosas, muy egoistas por supuesto, mis propias experiencias y una necesidad enorme por tratar de ayudarle, sin saber como hablar con ella. Entonces decidí no hacer nada. De sus amigos soy uno de los menos, por el factor distancia… así que ella hablará con otros, se curará con otros. Eso he pensado y eso me hace sentir mejor. Aunque le he preguntado y le he platicado estupideces, para ver si así se siente un poco mejor conmigo.

Pero me acordé de Cecilia, de mi abuela y del abandono. Y es a la fecha lo mucho que me asombra cuan honesto he logrado ser, al darme cuenta que me sentiré muy solo el día que no estés.

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Es feo darse cuenta que a todos nos duele algo.