Tengo miedo de contarte lo que sigue porque harás de mi memoria –una memoria vegetal que ha perdido su humanidad conforme pasan los días–, un simple recuerdo digital. El recuerdo digital, entonces, pasará a los archivos y se hará más viejo conforme camine el tiempo, porque el tiempo camina, el tiempo es un espíritu con sentimientos como tu y como yo, el tiempo no es sólo un objeto. Incluso, si decides algún día utilizarme como el punto para crear una novela, haikus o ensayos, las letras que me componen como ente terminarán por ser impresas y aunque sea parte de mi hermano árbol, transmutado por el humano, no habrá otra más que amarillarme cuando el tiempo tome unos crayones amarillos y pinte sobre el papel, o se ponga malito y decida arrancarle un pedazo, o cuando padre tiempo lo deshoje. Me pudriré porque padre tiempo así lo quiso. Hojas de mi vida acabarán perdiéndose en otros papeles, o como separadores, o para anotar un teléfono, o en el caño junto con la mierda del diarreico. También tengo miedo porque mi historia se ha transformado, de ser un hombre común … bueno, ni tan común, pero de ser un hombre que lidiaba con problemas de verdad, he pasado a ser un cacto luchando en medio de fuerzas incomprensibles y que algunos, piensan inexistentes. Tu, como hombre, no puedes verlos a todos, no puedes ver a los espíritus. Aunque puedas entender el concepto de tiempo, por ejemplo, no ves como yo a padre tiempo caminando despacio, relajado, tomando los hilos del mundo natural y moviéndolos a su antojo. Puedes entender el concepto del diablo, si, pero no puedes verlo a éL como yo, a veces esperándome a la salida del departamento, sonriéndome, señalándome un reloj de arena que conserva siempre en sus manos. O la Muerte, por ejemplo, la Muerte de jeans y chamarra negra que cuando tomo la vida de un niño o incluso un gato, se aparece en el momento para llevarse el alma del pobre diablo y anota su nombre en el Libro de los Niños Muertos (de T.F. Hadied), y se va, sin cruzar ninguna palabra en el momento.

Entonces, si yo puedo ver los espíritus en este punto de la vida, ¿por qué me importan los recuerdos que tuve de la mujer que me trajo hasta aquí? Porque mis recuerdos ya no son humanos. Todo lo que te he contado hasta este punto, y el futuro, esta lleno de estos espíritus que los humanos llaman conceptos. Por ejemplo, (¿y te interesa saber?) Mis recuerdos con Salcedo, los pocos que aun conservo, involucran muchos colores y oscuridad. La oscuridad de la muerte anunciada, el espíritu negro del que busca la falsa salvación a través de otros. Los colores del tipo que no puede ver las cosas como son, los colores son cómo quiere verlo. Empieza una lucha de poderes entonces, entre dos espíritus, el espíritu del hombre y de la perra, Salcedo, ay pues, la mujer. Y esa lucha que uno creería nimia para los otros espíritus, para los grandotes como el Dios y diablO, el tiempo, la muerte, la naturaleza –entre muchos otros más–, es su entretenimiento diario y se juntan para apostarlo todo. Pues en esos recuerdos que tengo, mientras ella se sentaba sobre mi miembro, me ponía las manos en el pecho y entreabría un poco los labios (delicia, si me preguntas, recordar mi sexo envuelto y húmedo, y su peso cayendo sobre el mío), en esos recuerdos pude ver a la Muerte apostando por quien moriría primero con Padre Tiempo, y a Tiempo comentando con el diablO cuánto tiempo estaríamos juntos antes de que fuera por una cuchilla para hacernos las arrugas de la cara, y el diablO, cagándose de la risa, señalándome, aplaudiéndome, cada vez que gemía y que abría los ojos por el goce de Salcedo cogiéndome. –Esos dos serán míos, indudablemente míos. Y la Naturaleza, mientras tanto, observaba el vientre de ella, medía nuestros miembros, la humedad, el largo, la cantidad de semen, la temperatura, el ciclo de fertilidad y les comentaba a los otros detalles como el número de latidos por minuto, la circulación de la sangre, cómo empezaban a abrirse los vasos para la irrigación de no se qué por el orgasmo. ¿Y Dios? No encuentro a Dios en mis recuerdos, si te soy honesto. A veces pienso que Dios y diablO son, indudablemente, la misma cosa. O ahí te va una mejor: que en realidad el diablO es el asistente del viejito bonachón y éL baja a la tierra para ahorrarle mucho trabajo a Él. Sé que te ha dado curiosidad esta parte, pero a pesar del contacto que tengo con el mundo de los espíritus, no me se la respuesta y la verdad, no me interesa tanto como a ti.

¿Sabes? Si no me dejas salir de este lugar para conseguir comida, entonces me veré forzado a comerte. Llevamos cuatro días encerrados en el departamento. No sé que te dio que ahora piensas que soy un ser maligno. ¿No quieres dejarme salir por temor a que me coma a otro niño? ¿A una ancianita? ¿De veras temes por Bigotes, el gatito de la doña del cinco? Puedo ver los espíritus, las fuerzas que no comprendes, alrededor de nosotros. Estan empezando a apostar cuánto tiempo me tendrás aquí encerrado antes de que te coma… empezando por la cabeza, y luego terminando con las uñas de tus pies, porque si no me dejas salir de aquí estoy dispuesto a hacer el esfuerzo extra para digerirlas. ¿Y mis recuerdos cómo te ven? Como un hombre gris, con un pedacito de luz, como un hombre que sabe sufrir. Pero vamos… no te dejes llevar por eso, te tengo mucho cariño, te quiero, te sentirás sólo el día que no esté… pero, necesito salir y comer. Si no abres esa puerta, entonces esa imagen tan hermosa que tengo de ti puede quebrarse entre mis espinas, cuando empiecen a machacarte para tragarte.

Hablemos de los niños del mundo.

En México, en las estadísticas de hace algunos años, se dijo que nacía un niño cada catorce segundos. Ahora, supongamos que esta cifra ha cambiado por la explotación demográfica. Supongamos que ahora nace un niño (y por efectos prácticos de redondeo) cada diez segundos. Si incluimos al mundo en la estadística, en vez de solamente México… haciendo un cálculo a ojo de buen cubero, nace un niño cada siete segundos, o cada seis. ¿Te parece? Dejémoslo en siete, me encanta el siete. A mí me fascina la idea. ¡Se me hace agua la boca de tan sólo pensarlo! Matemáticas básicas. Cada minuto nacen 420 niños. Cada hora nacen 25,200 niños. Cada día nacen 604,800 niños. No te angusties, antes de que te pongas neuras porque se acaba el espacio en la tierra, te aviso que no estamos contemplando ningún índice de mortalidad (y tampoco de mortandad) en nuestros cálculos. Cada mes nacen 18,144,000. Fíjate, si quitamos 18,000,000, entonces tenemos el número de católicos que serán rescatados en el Apocalipsis, ¿a poco no esta re chulo? No sabemos en que mes nacerán todos los salvados, probablemente en diciembre. Suertudote. 217,728,000 niños nacen al año. Si consideramos que mi comida es de niños de uno a once añitos (sin considerar el aumento exponencial de los años que han pasado). 2,395,008,000 niños en el mundo para comer. No puedo comerme más de uno al día y eso es exagerando. Lo más que puedo son tres a la semana y eso si no me encuentro diez gatos para compensar la falta de un niño. No soy tan cruel como quieres verme. Déjame salir.

En mis recuerdos digitales puedo mirar al hombre de chamarra negra, con la capucha puesta y las manos escondidas en los jeans, cargando una libreta. Cuando me acerco a un niño y le veo los ojos grandes, fulgurantes, la boca manchada de chocolate, la nariz respingadita sin acabarse de formar aun, me siento triste, porque sé que ese hombre sacará la libreta de los niños muertos y anotará otro nombre por mi culpa. Pero también, otro espíritu, tal vez un angelito llamado Tom Dacre, abre las nubes y baja del cielo, y acaricia los cabellos del infante en lo que mi cuerpo se parte a la mitad y se alarga tanto como puede para empezar el proceso de alimentación. La Naturaleza no me lo reprocha, al contrario, en ese momento se presenta para hacer nuevas mediciones y verificar datos de los cactos, por ejemplo, el proceso de respiración, de fotosíntesis, de la decoloración de las espinas, de cómo se seca lo que no sirve y cómo se quiebra, y nuevo tejido más resistente reemplaza esos pedazos. De cómo el cacto se convirtió en carnívoro. Mientras tanto, el niño abre la boca como para llorar… pero Tom Dacre lo abraza, le habla de un paraíso, le habla de que en el libro de T.F. Hadied no existe el sufrimiento para los infantes muertos. Es un proceso de intercambio. Si los espíritus no me detienen es porque debe ser. Si los niños que me llevo son llevados a un mundo mejor, es porque debe ser. Tal vez en eso consiste la verdadera redención, en comerme cuantos niños pueda. ¿Mi venganza? Ya la cumplí, y eso te lo contaré después. Mientras tanto, empieza el otro proceso, quebrarle el cuello para que no sufra de la savia que habrá de separar sus componentes y convertirlos en nutriente, ni del otro proceso innatural, que es robarme la energía de su espíritu para conservar una consciencia… muy similar a la humana. En ese preciso instante, entonces, La Muerte habrá terminado de escribir el nombre en la libreta, el ángel entonces se estará llevando el alma del escuincle y Natura, por supuesto, continua observándome atenta en lo que despojo de toda carne los huesos, en lo que asimilo la sangre como si fuese agua. El diablO seguramente, en esos momentos, estará riéndose a lo bajito, escondido en alguna esquina. Después de contarte esto… ¿Me tienes miedo, un poco de respeto, algo de cariño?

¿Después de esto, podrías abrir esa puerta ya?

¿Por favor?

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