Bob [el cacto] es un cacto parlanchín, cuyo vertiente de la naturaleza esta siempre en contacto con él, y desde hace tiempo que esta dormido por quien sabe que razón misteriosa. Los cactos tienen sus secretos, supongo, como los seres humanos y cuando intentas descubrirlos proyectan las espinas y sangras, y te hace daño, pero el secreto puede ser suficientemente satisfactorio para escucharlo, para que no importe que te pongas la bandita para la herida. En sus tiempos de gloria, paseaba por la Narvarte, se robaba a los niños, gatos y perros vagabundos, y se los comía. Los niños no necesariamente tenían que ser vagabundos, con que fuesen malcriados, mimados y gritones, era más que suficiente para que él se acercara, su altura se rompiera en dos, su cuerpo se hiciera grande y se los comiera de un sólo trago. Uno o dos, diariamente, para conservar la figura. Ya en la noche, después de la digestión, escupía los huesos. Cuando le dije que eso me podía meter en problemas, que por favor dejara de hacerlo, entonces acostumbraba a enterrar los huesos o hacerlos polvo entre sus espinas, sonreía medio estúpido, como disculpándose de una adicción, y me decía–. Estoy preparando polvo de ángeles, mi bien, para que duermas tranquilo esta noche. Entonces yo negaba lentamente con la cabeza y a pesar de ello, le respondía–. Me sentiré muy solo el día que no estés. Bob me acompañó durante meses, a veces pienso que años, mientras trabajaba o mientras no me alcanzaba para la hamburguesa que de veras se me antojaba.

De él, decían: No lo pongas en la mesa, porque los cactos simbolizan conflictos. Entonces Bob entrecerraba los ojos, se me quedaba mirando y chocaba las espinas contra las espinas suavemente. Con eso respondía lo que no comprendía, o más bien, lo que pensaba era demasiado estúpido para comprenderlo. Le acariciaba las espinas para tranquilizarlo y le sonreía un poco, nunca he sido tan fuerte como luego proyecto. A pesar de ser más listo que yo, su estatura y sus instintos primitivos me despertaban cierto ánimo paternal.

Y un día se quedó dormido. Había muchos días que él solamente hablaba poco y cerraba los ojos, y roncaba suavemente, el aire silbando entre sus espinas que sonaba como trigo moviéndose en la brisa. Entonces iba por un poco de agua y se la ponía encima. Le estaban creciendo brazos, o granos, o algo en la cabeza. Hoy tiene dos, donde parece un pequeño diablo. Y también le esta creciendo una a sus pies. A veces, me rio un poco, porque parece un diablito con el falo erecto. Acostumbré a ponérmelo en el hombro, como si fuera un loro, y salir a pasear, para ver si el escándalo citadino le despertaba o le obligaba a platicarme de algo, a desmentir la realidad contándome la verdad del vertiente de la naturaleza o tal vez, a contarme de su pasado humano, donde era el hijo de un señor grande, gordo y siempre con un puro en los labios. Esperaba que me contara la guerra secreta con los cuervos. Pero Bob no habló, él no estaba, y cuando lo descubrí, mientras le leía el libro de los niños muertos de T.F. Hadied, me sentí desolado.

Se nos unió un lobo de fuego, cuya cadena lo mantiene invisible al mundo y siempre atado. –Era yo un devorador de mundos –nos dijo el lobo una vez–, me llamo Kromg. Entonces Bob se rió de él, le dijo que un devorador de mundos no podía estar atado a una cadena, por más mágica que fuera, que solamente era un espejo distorsionado de Fenrir y luego de insultarlo un par de minutos más, volvió a dormirse. Al lobo no le agradaba Bob, pero le intrigaba y por ello me acompañó durante muchos meses y muchos días a buscar al despertador de cactos.

¿Te das cuenta de la importancia del tiempo, Bob? ¿Y qué tal si el tiempo es una gran esfera comprimida? Estoy hablando de minutos, de años, de segundos, de semanas, de momentos, pero tú siempre has estado dormido y siempre que no estas, me siento solo. Pero antes, cuando estabas despierto, sucedió al mismo tiempo, ¿no es así? Porque siempre me sentí acompañado por ti amigo, y tú siempre estuviste para destruir los huesos y convertirlos en polvo de angel. Siempre conocimos al lobo, así como siempre hemos leído el libro de T.F.Hadied. Si el tiempo existiera, de verdad, ¿por qué el siempre dura tan poco? ¿Por qué el nunca se quiebra en algún instante? Ahora que he comprobado que el tiempo no existe, gracias a ti querido amigo, entonces puedo despertarte si creo un túnel en mi consciencia, un tunel que me lleve a tus tiempos de lucidez, a tus tiempos de vida eterna, es el túnel de la memoria. Pero si es el túnel de la memoria, entonces… ¿no sirve en la realidad presente? ¿Quiere decir que existen múltiples realidades? Otra vez con los universos paralelos, me diría Simón, o tal vez me lo dirías tú, y me darías un sape espinoso y dejaría de pensar estupideces.

¿Y si no existe el tiempo, quiere decir que el tuyo es un infinito sueño infinitesimal? ¿O es la clara existencia del tiempo lo que convierte tu sueño en algo perpetuo? Tal vez lo que necesito, no es despertarte, sino un traductor de sueños. Porque cuando sueñas estas creando un universo, necesito alguien que abra la puerta a ese universo. Kromg no, porque así como es, acabaría por devorar tu mundo y entonces terminarías catatónico, serías el primer cacto en un hospital, siendo conservado artificialmente por el coma. Creo que mi error ha consistido en despertarte, lo que me hace falta es dormir como tú y soñar juntos, el infinito sueño infinitesimal.