Me gustaría tener un perro, esta vez uno pequeño, para acercarme con él a la ventana y ver como cae el granizo. Se puede ver con la lluvia los arcos que hace el viento, el jardín esta lleno de puntitos blancos e ingenuo, mexicano, puedo llegar a creer que es nieve. Hace un momento me asomé del otro lado y miré que algún vecino tenía colgada su ropa, pobre, pensé… ¿qué se hace en esos casos? ¿Se lava de nuevo la ropa? ¿O ya la dejas secar después del remojón que se dio? Se escuchan truenos y a veces, se ilumina todo. Las lluvias con rayos me provocan ansiedad, porque a mi abuela le ponían muy nerviosa. Ella de chiquita, cuando vivía en aquel puebilto cercano a Toluca, miró de cerca como un rayo partió un árbol enorme a la mitad y desde entonces, les tuvo respeto y mucho miedo. Era misterioso y preocupante ver a una señora tan fuerte como mi abuela tenerle miedo a algo. A veces ese miedo tenía extremos ridículos–: Aléjense de los contactos, aléjense del agua, aléjense de todo, porque se pueden electrocutar.

Mi hermano me preguntó hace poco si la abuela me había enseñado a leer y si me había tocado madriza si no aprendía. Le dije que por supuesto, que me había bastado con decirle que no quería una vez y diez cinturonazos después, religiosamente iba por el periódico todos los días para que me enseñara (como perrito). Los dos nos echamos a reír de los métodos tan sádicos. La abuela me enseñó a leer a los cuatro-cinco años. A mi hermano le enseñó desde los cuatro. Para ella era vital que aprendiéramos a leer o a escribir, porque de esa manera no seríamos unos burros como ella. Mi infancia pasó entre mis he-manes, el parque del mercado, mis cuadernitos de dibujar de Tom y Jerry, y los periódicos del universal. Me llamaba la abuela y primero me preguntaba como se llamaban las letras: E, L, U, N, I. Después, cuando decía bien las letras, me enseñaba como funcionaban estando juntas: El, Uni,ver,sal. Pasaron años así, donde entendía un poco el humor del “Gato Culto”, donde me fascinaba leer las historias del Selecciones, donde me compraba cómics de Archie, de Memín Pinguín, de Tom y Jerry (por supuesto), para leérselos en voz alta y recibir su mirada aprobatoria.

Ha dejado de llover, creo que es correcto que deje de escribir, por hoy.