Bob, si no me respondes habré de escribir como si estuvieras despierto todos los días, como un eco de tu voz en días pasados y te prometo cactaceo amigo, que no habré de fallarte. Buscaré una cura para despertarte del ensueño mortal al que te has sometido. Ese cansancio horrible que no permite tus paseos para admirar niños y comértelos, o acariciar gatitos para después devorarlos y escupir sus huesos. Me sentiré muy solo el día que no estés, Bob, y que hayas cerrado el pico sin aviso, es para mi como si hubieras muerto. Así que empacaré mis cosas, te llevaré en el hombro cual perico y habremos de irnos monín, a buscar al médico de cactus. ¿O necesitas un clima cálido y seco? ¿O qué será monín? ¿Qué será? Cuéntame mientras platico, mientras guardo algo de ropa, un tubito con pasta de dientes y pongo música en mi portátil de emepetres y windows media music. ¿Quieres que nos madreemos al presidente Bush? ¿Necesitas una rubia a dos metros de distancia? Tú dime, dame una pista, y vemos como te despertamos Bob. Eres muy joven para estar tan sereno, somos tan jóvenes como para estar tan callados y analíticos y poco subversivos.

Acompáñame a la reja como en viejos tiempos y prendamos un cigarro. El lobo, Kromg, el de rojo pelaje tan cálido como el propio infierno, nos observó medio interesado. Esta enfermo, musita, si quieres puedo acompañarlo, o acompañarte, hasta que le hallemos una cura. A dónde voy esta muy lejos, le he respondido, no he encontrado médicos de cactus en la Sección Amarilla y apuesto, que donde haya, no se extenderá la cadena que encierra firmemente tu cuello. El lobo se rió entre dientes, su garganta con flemas de fuego, su garganta con cáncer de fumador empedernido. Esta cadena es falsa, como la realidad universal, me ha respondido el lobo, esta cadena llegará hasta donde yo le permita llegar, porque puedo ser libre y llevar mi prisión a todas partes, ¿no ves que el mundo esta lleno de símbolos y metáforas, y una cadena, por más hierro bendito que sea, y los niños perdidos en el estómago de tu espinoso amigo, no son solamente inventos del hombre imaginativo? ¿No sabes tú que tu cacto no habla realmente, tan sólo piensa que habla y su voz la lleva el viento, no sabes que yo no existo, si no es que tú me inventas? Y la reja, y el edificio, los coches detenidos en el tráfico y los semáforos, por más que nos peguen o nos claxoneén, no son otra cosa que la realidad interpretada, la que puede ser modificada e interpretada a nuestro gusto. Si no tenemos cuidado, el mundo entero sería un caramelo o el orgasmo del cerdo.

Medio cigarrillo consumido durante el discurso del lobo, de Kromg, del fuego eterno. Es entonces que por vez primera abrí la reja y con la mochila al hombro, di mis primeros pasos hacia la puerta. Las sombras de centenares de cuervos oscurecieron el brillo del sol que traspasaban los vidrios del edificio, el lobo tosía y caminaba a tres pasos de distancia, siempre detrás de mi, no adelante. Le sugerí que avanzara pero este negó con la cabeza, “eres tú quien sabes, tu camina”. Y así viajamos acompañados, el cacto, yo y el lobo, según las palabras en el Libro de los Niños Muertos de T.F. Hadied, durante muchos días y muchas noches.