No puedo dormir hasta escribir algo, dice alguna voz. ¿Y qué me escribo, me pregunto? Otro día más, otra vida más. Nada más allá de un blog (personal). Aunque me aconsejo que debiera evitar lo banal –lamentablemente–, lo banal es de todos los días. Mi vida es mundana y aunque es reconfortante, es asfixiante a la vez. La misma vida. Podría escribir de las luces, de la fragmentación de mi persona, pero ya lo he hecho y aún creo en ello. Sin embargo, el enfoque madura con la persona.

Una persona muy de mi confianza (un amigo [como un padre]), me ha dicho que le temo a los cambios porque todos mis cambios llevan consigo algún abandono. Que lo mío es un ciclo, un patrón que no rompo, como autodefensa. Es curioso, tengo veintitrés años y aún creo en ese psicoanálisis trillado, que ya muchos están negando… pero es que estamos educados con la cultura –jaladas hipercósmicas– de padre Freud. Al menos todavía me la creo. Bleh.

Aunque reniego del cambio, es el método que conozco para romper con “la misma vida”. A mi no me sirve buscar hobbies, no podría hacer papiroflexia o aprender un idioma (aunque sería útil [pero nah, no soy tan autodidacta {ni tan dedicado escolarmente}]), o leer mundos distintos en un libro (verme reflejado en Bastián, el matemático, en McVries o en Oliveira), tampoco me sirve abstraerme en la televisión (esperando el próximo [pasado, muy pasado] berrinche de Jolette) y definitivamente lo mío no es luchar contra los negros y su crítica contra-racial hacia Memín Pingüín. ¿Me servirá escribir de mi vida mundana? Con la historia de Ayer funcionó, en cierta manera… pero no es algo que sane.

¿Ahora por qué insisto en escribir de ello? Tal vez, estoy recordándome que se avecinan cambios… estoy renegando de antemano, pero sé que mi corazón (mamón), los busca. Después de todo, soy un salvaje que utiliza un mantra de serenidad y paciencia, como si fuese un conjuro que me robara las energías.

Cuando le platiqué a Jorge que me mudaría con mis tíos de nuevo, me pregunto si seguiría trabajando con él y le respondí que sí. Se me hizo un tanto extraño (y bobo) que preguntara. Tuvimos una plática, en un Sangron’s (ya hace tiempo), donde descubrí que él ya no confiaba en mí, al menos, no tanto como antes. Me sigue viendo como un elemento ambiguo. Bue… después de cinco años de trabajar con él, ¿quién diría? En vez de ganar, estoy perdiendo… yo tengo la culpa, en gran medida, porque publiqué algo que no debí y él tuvo bien a leerlo. Así que chamacos, no publiquen sus sentimientos negativos (aquellos que ocurren en día y que se dan cuando trabajas por proyecto [y no hay proyectos]) de trabajo en un blog. Sana recomendación de su amigable hombre árbol.

Desde hace un par de días, tengo un pinche grillo aquí en la sala de edición que no deja de hacer escándalo.