Escribir en este chunche, para mi, es un ejercicio diario. Es una de las pocas cosas en las que ejerzo disciplina. En cada mes, no debe haber menos de veinticinco posts. De igual manera, trato de no excederme a los cuarenta. Es casi uno diario y si no cumplí con uno, entonces publico dos en un mismo día (como en esta ocasión). Por ahí de los fines de semana respeto al teclado, no lo toco, ni pienso en escribir nada durante dos días, sea viernes y sábado, sea sábado y domingo, o sea domingo y lunes. Y si quiero hacerlo, procuro escribir algo breve, nada que requiera mucho desarrollo o que pueda decirse con las menos palabras posibles.

Primero me pregunto: ¿Qué quiero escribir? ¿Qué tengo que decir hoy?

Antes de responderme–: ¡Sexo! ¡Un cuento bien cochinón y perverso que al final exprese los más hermosos sentimientos para hacerlo válido! Reviso a mi alrededor, repaso los eventos del día, educo a mi cerebro para recordar que fue lo que observé, que me llamó la atención. A lo largo del día, mientras trabajo, mientras voy a la tiendita, mientras camino para ir a comer, repaso varias líneas escritas mentalmente mientras mis ojos miran, mis orejas escuchan, mis manos tocan. Las sensaciones las traduzco en letras, usando mis experiencias y mi vocabulario como base. Tomo un tiempo para desechar líneas que no me gustan y voy desarrollando, de distintas maneras, las otras líneas que pueden servir. Para mi es importante tener la mente abierta, ser receptivo, no tener miedo de observar las cosas que usualmente miro. Es importante para mi convertirme en un testigo de mi alrededor, de mi medio social, de mi medio familiar, de mi patria, del cielo y de las estrellas, de mi mismo o de la mierda del perro. Tengo que ser sensible para las cosas a las que soy insensible. No maleducarme en tan sólo observar lo que ya estoy acostumbrado a mirar. Cuando siento que algo ya lo conozco o ya lo domino, entonces dejo de escribir de ello durante un tiempo y me enfoco a otra cosa, o bien, dejo de escribir y me relajo con algún pasatiempo ocioso. Trato de no saturarme.

Segundo, ya teniendo el tema, pienso ¿por qué lo voy a escribir?

Es muy fácil responderse por qué si, por qué es lo que me relaja y me divierte. Es muy fácil no darle mucho coco y nomás poner las letritas… pero finalmente, los posts que me dejan más satisfechos son los que tienen una razón de ser–: Divertir al cliente, a los lectores, a quienes me leen de pasada. Sorprenderme a mi mismo en unos meses cuando me relea. Escribirlo porque eso me permitirá desarrollar algo mejor, algo más grande en un futuro. O escribirlo porque de alguna manera tengo que liberarme de algo redundante, aunque sea bueno o malo. Después de todo, el blog me permite eso, publicar sin temor. No borro lo ya escrito porque así puedo releerlo y ver si puedo sacarle jugo después.

Tercero, ¿cómo voy a escribir? ¿cómo escribo?

Eso es importante para mí. Ya cuando estoy poniéndole palabras a la idea, me fijo muy bien que recursos estoy utilizando, cuáles son mis muletillas, qué palabras repito a menudo y los sinónimos con los que puedo reemplazar mis debilidades. Fijarme en los verbos, en los sujetos, en las frases o en las oraciones, para darme cuenta de que otra manera puedo escribirlas, que puede sonar mejor y que tono se adecúa mejor a lo que estoy escribiendo, si el tema se presta para ser chistoso, políticamente incorrecto, sarcástico o muy formal. Qué tanto puedo usar esos recursos sin abusar o sin aburrir (a mí mismo, o a los demás). También me fijo en mi redacción, en dónde van las comas (porque abuso de ellas) y finalmente, procuro ser cuidadoso con la estructura de mis párrafos, que todos empiecen y terminen una idea.

Termino un borrador y si esta aceptable, lo vuelvo a leer, viendo si puedo agregar o recortar. Después lo publico y recién publicado, lo releo una vez más ya estando el escrito en el ambiente para el que fue hecho. Lo releo junto con alguien que posiblemente lo esté leyendo y me pongo en su lugar, porque ya en línea es muy suceptible a la crítica, a que alguien critique mi redacción o se queje de algún acento. También, ya viéndolo en su ambiente identifico más fácil los dedazos: Poner una s en vez de una z, utilizar una preposición que no va o cambiar una letra por otra. Ya cuando terminé, lo dejo así y no vuelvo a tocarlo, al menos que un comentario me haga notar un error bastante obvio o que no tiene una intención.

–Pero si es un blog, mamón… –algunos han de estar pensando, de hecho, hasta yo lo pensé. Pues sí, pero me gusta escribir y me gusta escribir bien. Me gusta divertirme con mis propias letras buscándoles distintos significados. Me gusta escribir de todo, hasta lo más trivial o de la nada, porque es aburrido siempre hablar de sí mismo como en una introspección, o de aquellas cosas profundas del ser humano, o de sus más hermosos/tormentosos sentimientos. Además, esos temas se agotan, hay veces que ya no poseo las palabras para escribirlos porque mi edad o mis experiencias no dan para más. En cambio, escribir del día al día me permite encontrar algo que no había observado con atención. Me permite ponerme en otras perspectivas ajena a la propia, me da oportunidad de escribir con letras que antes no había usado y eso refleja un crecimiento, me da la llave para aproximarme a otros temas.

Pienso que escribir bien, con cuidado y con cariño, nos permite salir del común y descubrirnos como artistas, como humanistas, como escritores.