Afuera, un extranjero intenta hablar español. ¿Qué dice? –Bob. (¿Qué dijo?) Nadie lo sabe, a ciencia cierta… aún no han inventado robotitos intérpretes que nos acompañen en nuestra torre de Babel. Tengo muchísimo sueño, Bob está de testigo de mis bostezos, de mis ojos entrecerrados y de mi dudosa moral de acomodar ciertas fotos que me arrancan sonrisas. All you need is love, YAWN, café, bien negro el hideputa, con un poco de leche y ya está. No dejan de sonar los teléfonos y desde las ocho de la mañana estoy haciendo quicktimes… que bueno, me escapé todo el fin de semana, ni ganas de quejarme me dan, ando en las nubes.

Tuve que hacer una pausa… un asistente de dirección me pidió que le hiciera una lista de los quicktimes quemados en el CD. ¿Perdón? ¿Qué no hay una opción para ver las carpetas como una lista? ¿Qué chingados es un fax? Ahí si me la mamé [con la pregunta digo, la elongación no es suficiente para alcanzármela… aún. Pinches infomerciales], el fax todavía es ampliamente utilizado pero… a ver, momentito… estamos hablando de un asistente de dirección. Cuando yo digo asistente de dirección, siempre me imagino a un chavito cinco años mayor que yo, editando videos en su mac portátil, bajándolos directo de un casete mini-DV, utilizando efetepes para videos cuya compresión es quicktime, queman cd’s y dvd’s a lo bestia, llevan su aparatejo para el internet inalámbrico y por supuesto, también llevan un iPod o algo similar. Las primeras víctimas de la publicidad, somos nosotros quienes trabajamos cercanos a ella. Nosotros no sólo creemos en la mentira, no… sabemos que es mentira y tenemos que creer en ella, si no, nuestro trabajo no es válido. No podemos escaparnos de las pocket peces, de la nueva generación de reproductores mp3 portátil, de los programas que simplifican y hacen de un video una maravilla, de los múltiples aparatejos de celular que sirven para una u otra cosa. Estamos atados a la cultura popular, somos portadores de los clichés actuales.

Y mi señor asistente de dirección, me pidió un fax (CC a su iméil[e-mail, para los puristas, con todo respeto]). Se la envié, después de que me comunicaron con el departamento de producción, el departamento de contabilidad, el departamento de post, el departamento de esa cosa rudimentaria llamada fax……. luego escribí el mail, adjunté la lista y una foto de Bob en la firma, porque bien… los controles mentales, las ganas de ser famoso… es una historia larga de explicar. Ya me desvié del tema. Estába(n)mos con el Fax. ¿Cuántos años me quedan de e-mail, me pregunto? ¿Cuánto tiempo me queda para que no me de miedo la tecnología, o para que le empiece a tener un debido respeto, como el Temor de Dios? ¿Hasta cuándo le seré útil a la cybercapital, antes de convertirme en un lisiado tecnocrático y sólo mande e-mails, por los viejos tiempos, a colegas de mi generación?

Escucho algo de un bomberazo [casting – un día, la junta en el segundo, la filmación en el tercer día]. Ya tengo mi café y aún sé escribir en un blog, Bob.