Vamos de nuevo… al salir, miré un coche donde una pareja platicaba. Me fijé en la mujer, en su escote negro, su cigarro de filtro blanco, su collar de puta sumisa (submissive collar, nice), su piel morena. Se me hizo atractiva, me la llevé con la mirada y me fui caminando a la tiendita, unos cigarros, diecinueve pesos. Los fumadores nos deben envidiar en Europa. Sin pasiones, no he escrito, no he leído, no he ido a la escuela (dos semanas ya), no he salido mucho de la oficina (slash casa), las noches se me han ido jugando con los MXS, viendo Naruto o editando. Apatía, depresión. Lo mío es un ciclo ya identificado, reconocido y bien etiquetado… es inevitable. Son mis altas y mis bajas. He descubierto que a medida que pasan los años, la baja se hace más fuerte. Una de mis armas era convertirlo en un impulso creativo y crear un personaje alterno, por ejemplo, Simón Dor… o un personaje llamado Ayer, inclusive un cacto con bufanda llamado Bob… y permitir que el personaje devorara eso, pero si no he escrito no hay manera de que lo hagan.

Cuando me da este tipo de bajón me digo que lo mejor es ir con un psicólogo (y nunca lo hago, nunca me animo), igual y heredé el gen depresivo de la familia. Me ahogo con café, coca cola y cigarrillos. Cuando me levanto, observo a la gente y me pregunto que les obliga a levantarse. ¿El amor? ¿Una pareja? ¿El dinero? ¿Su trabajo les apasiona? ¿Su familia? ¿Su responsabilidad son sus hijos? ¿La bonita luz del sol? ¿Es más bonita la vida cada día? Les miro, y no les aparto la mirada, aún siendo descubierto, y su mirada me evita, sea una mujer o un señor gorila. ¿Qué te obliga a levantarte cada día? ¿Dios? ¿Ya lo has visto con tus propios ojos? ¿El mal? ¿Debo chingar gente el día de hoy? ¿El teléfono? ¿Tienes qué contestar? ¿La moral? ¿La ética? ¿El deber ser? ¿Sus amigos? ¿Se sentirá muy solo el día que no estén?

Me siento un rato y miro una pared blanca, me desparramo en la silla, con los hombros y los brazos colgando, y miro fijamente la pared… Me dedico a decirme que lo mío es una hipocondriasis, que lo mío es una excusa y me obligo a levantarme, mínimo. Dos semanas llevo saliendo de aquí, caminando al metro y después regresando, porque no quiero ver el busto de Dante en la entrada de la Facultad. Póngase las pilas huevoncito y camine –cuando me doy cuenta, camino, pero de regreso–. Eso ya no funciona. Tal vez por eso envidio a Peter Parker, porque él posee una adaptabilidad que yo nunca tendré. Una novela se escribe en mi cabezota y es posible que la presente para la beca del FONCA, pero para ello debería sentarme a armar el proyecto. Armar un proyecto lo suficientemente seductor para que me paguen por escribir. Yey. No tengo curriculum, no tengo ninguna mención en ningún lugar… pero quiero aplicar para la beca, esos son huevos, son ganas de que se rían de mí. Tengo dos o tres escritos escolares como de treinta páginas (en total o cada uno, da igual), pendientes, de los cuáles habré hecho nada más la introducción y un poco de investigación. La vida escolar se me hace eterna. ¿De qué sirve una carrera? Estoy tan perdido que no le veo sentido… me daré de baja temporal un buen tiempo, creí que estaba listo pero me he dado cuenta de que no es así. Nada más terminaré estas materias y dejaré bien aprobadas las cuatro que me quedan, porque una quinta ya se perdió.

Ella –mi novia a la que le digo misa–, me dice que debiera buscar una meta a corto plazo, que lo mío es tener muchas metas a largo plazo y al ver que ninguna se cumple, me desespera y me frustro. Frustración. Dicho por ahí, no había conocido el significado de la palabra hasta que llegué a esta étapa de mi vida. Escuchado por allá, que llevo la vida de un hombre viejo, que no parezco de mi edad. Tal vez no llegue a viejo. Tal vez por eso la estoy viviendo de una vez. Necesito relajarme o será el exceso de “relajación” lo que me tiene así. Una meta a corto plazo, tiempo para prepararlo, sin interrupciones. No es posible.

No es posible.

No es posible no saber qué me esta pasando.