Sin nombres.

Todo tiembla.

Estoy cansado y he dormido poco. Sin embargo, en mis días que no duermo (o duermo muy poco [2 horas]), hay momentos donde pienso tantas cosas a la vez, trato de guardarlas y desarrollarlas –en algún supuesto lugar de mi privilegiado cerebro–, para llegar a escribirlas y después, llega otro periodo donde esas cosas se borran gradualmente, hasta que no queda nada, ni un pedacito [Tema redundante]. Así pasa, supongo… todo empezó hoy en la tarde, con la visita de un hermano y uno de esos eventos donde creo que debo tener el control, porque el control para mi es importante dependiendo del humor que me levante. El control y yo tenemos una relación sadomasoquista. Todo fue a raíz de que platicaba y admiraba mucho a una psicóloga, amiga, esposa de su marido y mi amante. Por otro lado, estaba otro, mi amigo, amo y amante de la psicóloga. Ambos me controlaban y me influenciaban mucho. Desde ahí, mi concepción del control se definió a mis dieciocho años. ¿En qué se definió? Aún lo estoy decidiendo, en muchas partes se me jodió la cabeza. Y ese fue un paréntesis sin definición demasiado grande.

Mi hermano me visitó en un mal momento, mientras editaba el casting para un quick&rough (un comercial [que no pasa en la tele]) de un producto para teñir el cabello. Sin nombres. En ese instante me encontraba muy ocupado editando, cuando me llegó un mensaje y decidí prestarle atención. La atención se convirtió en ansias justicieras y como tal, respondí a lo que me atendía. Mi hermano y un amigo, miraban atentos lo que respondía, el origen que le dio brillo a mi espada y observaron en silencio como reaccionaba a la situación en sí. Cuando terminé de hacerlo, procedí a explicar la situación. Mi hermano me concedió la razón, mientras que mi amigo no lo hizo. Ese desacuerdo de ideas me hizo verlo todo de una manera clara. Antes de enojarme por recibir una respuesta negativa a mi acto heroico, preferí retirarme… mi hermano me acompañó un poco en el camino.

–Te has vuelto amargado –me dijo mi hermano.

No había pensado en ello. Antes no era yo el amargado, al menos, no tanto. No tanto como para que él me lo dijera. ¿Verdad, Bob?

–Eso parece.

–Realmente, lo que hiciste, la manera en que hiciste tu acto de justicia… lo hiciste disfrutándolo.

Si eso no debe ser. Un acto de justicia se hace porque debe hacerse. No se hace porque se disfrute interrumpir el balance.

–¿No lo disfrutaste?

–La verdad es que si, lo disfruté mucho.

Silencio.

–No lo volveré a hacer.

–Lo hiciste porque lo disfrutaste, ¿para qué te arrepientes?

No remorse, that sounds better than “no regrets”. Hice un acto de justicia con el fin de disfrutarlo. No fue por desinterés, fue para hacerme notar. Fue para representarme a mi mismo en otro estado, diferente a la paz y el balance que solía ser. Que raras veces soy, hoy en día. Cometí el acto, porque era algo que disfrutaría enormemente y lo peor es que lo estaba viendo, frente a mi. Esa verdad que había negado. Cuando antes lo tomaba con humor, me di cuenta que la broma me hizo realidad. Me convertí en una parodia.

El mejor humor nace de una seriedad y una creencia absoluta en lo absurdo. Como ejemplo, si a una mujer que topas en la calle, le dices: “Apenas te conozco, pero te amo desde siempre”, creyéndotela, amando de verdad, entonces ella se reirá de tu intención y probablemente, utilizando sutileza y perspicacia, ella forme parte de la parodia que acabas de inventar. Interesante, ¿no es así? Eso fue lo que yo hice, eso fue lo que sucedió.

Mi hermano se bajó en alguna estación del metro y yo me seguí de largo. Había poca gente, se podía ver muy bien mi reflejo con el movimiento continuo. ¿Cómo puedes permitir que alguien así te cuide, Bob?

Justicia.

Caminando por la Facultad de Derecho, conté cinco mujeres en uniforme: pantalón negro y ceñido, blusa rosa. Eso es una mentira, dos de esas cinco llevaban jeans. Sin embargo, el simple hecho de escribir algo sencillo, implica que no se esta mintiendo y al contrario, al romper en la oración siguiente con la oración anterior, denotando una falsedad, entonces se pierde la confianza en lo sencillo. La mente humana buscará la razón de la mentira en lo complejo. ¿No estará jugando, Bob? Por supuesto, en sí, esto se puede extender para dar una explicación a porque la verdad es verdad y porque ha decidido descubrir la verdad detrás, denotando la falsedad. Es un juego entre dos personas, una que escribe y la otra leyendo, pensando, ¿estará hablando en serio? ¿quiere decir algo con todo lo que ha escrito? ¿Si así como dice una verdad, la desmiente tan fácil, cómo puedo confiar en él?

Justicia.

La justicia es un sentimiento que se les inculcó a los enanos y pubertos de mi generación a través de las caricaturas de Mazzinger Z, Los Caballeros del Zodiaco, Candy Candy, Dragon Ball y Remi de Chavagnon. Varias veces, de chamaco, me agarré a golpes para defender al que yo creía en ese momento, el más débil. Raras veces me defendía a mi mismo… alguna vez me tumbé a madrazos con un chavito de tercero de secundaria, cuando yo era un gordito de primaria, porque el tipo me había robado mi juego en las maquinitas de la farmacia. No pude ganarle. Me dio un putazo en el estómago que me dejó sin aire y fui, eso si, bien orgulloso, con el culo bien parado, y la espalda recta, caminando al local de mi abuela para decirle que me habían golpeado. En ese momento ya no quería justicia. Mi tía Raquel [Con nombres], quien estaba presente, se encendió… se encendió como todos los Salazar nos encendemos en situaciones de ese tipo (raras veces pasa eso, Bob, que tus espinas no tengan miedo). Me pidió, urgente, que le señalara quién lo había hecho y me llevó con él. ¿Fue este?, preguntó. Yo, moqueando, respondí que si. Ella lo tomó de la oreja y le metió un par de sapes en la cabeza.

–Nunca te dejes. Siempre defiéndete –miro al otro–, ahora tú lárgate, pinche escuincle abusivo.

El chavito de secundaria se fue, gritándole a mi tía que era una puta. Yo estuve a punto de gritarle que dejara de gritar, porque le haría enojar de nuevo.

Con ese gesto, aprendí que mi tía me quería mucho.

Tal vez, también por eso trato de defender a otros… para que me quieran como yo quise a mi tía en ese momento. Bob.

Necesito escribirlo todo, antes que se me olvide. Vamos, vamos… piensa. Lo tienes en la punta de la lengua.

Si, algo así de que mi justicia, no es la justicia de otros. Yo soy el monstruo del otro lado, cuando tengo uno de esos accesos… lo de siempre, en las películas gringas sale eso todo el tiempo. En las japoneses eso aparece de una manera un poco más… compleja, donde tratan de demostrarte que hasta el maldito de la caricatura, tiene un pasado que le justifica y que hace su justicia, lo que para él es lo correcto o la manera de proceder, algo válido.

Algo así pensaba escribir, mientras caminaba a la Facultad de Filosofía y Letras y me olvidaba de las morras de derecho, todas de negro y rosa, todas esplendorosamente delgadas, con un culo firme, que no sé si duro, porque nunca me he permitido el placer de apretarle las nalgas a una de derecho. Mientras las miraba, y después miraba al frente, porque ellas ya quedaban atrás, y pensaba que en algunos casos, yo era el malo. Por ejemplo, soy el malo al juntar los valores aleatorios: “nalgas”, “derecho”, “firme”, “nunca he apretado”. Y si… pensaba que no era posible ser bueno y malo, que no es posible llamar el balance como bueno, porque entonces le otorgas un valor de la balanza en vez de uno intermedio.

Mucho Eros, es igual de dañino que mucho Thanatos. Pulsión de Vida y Pulsión de Muerte. Si quiero vivir y morir, no se le puede llamar balance, debe existir un punto intermedio, un Limbo, que me permita observar las dos corrientes y actuar en ellas. Por cada cigarro que me fumo, debo regalarle una moneda a los indígenas que piden dinero en la facultad. Por cada moneda que les regalo, debo anotar bien mis apuntes y demostrarles a mis profesores que son buenos educadores… y así se muerde la cola Quetzalcoatl. Bob… no puedes ser ni muy bueno, porque entonces estarás cometiendo atrocidades contra alguien más y si eres muy malo, Bob, serás aclamado por los que creías eran buenos en un principio.

Mi tía le pegó a un menor de edad, por defenderme a mi. Eso para mi es un acto de bondad. Eso para otros, es un acto de maldad. Sin embargo, un niño más grande me pegó a mi primero, acto de maldad. Que para el niño de secundaria que decidió pegarme, era un acto de increíble bondad y seguro, lo será para todo al que le caiga mal.

Y el día se me fue… con todo esto degradándose en mi cabeza…

Hasta que hablé con ella en la noche. Ella es una mujer que me llamaba mucho la atención hacía un año, donde compartíamos mas clases. Me llamaba la atención la personalidad que proyectaba, pero no me había acercado a hablar con ella porque no tenía ninguna excusa para hacerlo, ninguna necesidad. Ahora que regresé a estudiar, es una de las pocas a las que veo seguido, que estoy seguro es de mi generación. Salimos de la clase de Inglés juntos y platicamos durante varias estaciones de metro. Ella se burlaba de mi, de mi indecisión, de mi criterio, de mis clichés, de mis tonterías.

Ella era yo.

Y me seducía (intelectualmente, como nadie había hecho), a medida que hacía preguntas y me obligaba a encasillarme. Y yo, me permití encasillarme durante varias veces, nada más para sorprenderme. Me sentí empequeñecido ante el reflejo, un reflejo perfeccionado, de la persona que soy en la escuela. Hubo algunas diferencias en nuestra vida/crecimiento, pues ella acabó siendo medio darketa y yo, medio bohemio intelectualoide [a veces con pinta de metrosexual]. Y ella me decía–: Búrlate de ti mismo, sonríe, ríete… Esas solían ser mis líneas, y a medida que trataba de explicarle porque no me reía tan fácil de mi mismo, ella me hacía preguntas para obligarme a discutir, para medir mi paciencia y mi grado de inteligencia. Increíble. Me quedé enteramente fascinado. Mi primera impresión de ella no estuvo tan errada. Entonces pensé en Cristina, pensé en las diferentes necesidades, pensé en el Zen que ella me dejó antes de morir. Pensé en DuVeth, y en como ella no existía en esa escuela, en que puedo hablar cuanto quiera de ella, pero no tengo manera de presentarla como una prueba porque ella no existe en mi realidad.

Sol María esta convirtiéndose en un Deus Ex Machina, al igual que Cecilia.

No piensen mal. Es muy sencillo… como Mycroft para Sherlock, como Sasuke para Naruto y como el cóncavo para el convexo…

Esa mujer, ella, es una rival intelectual. Me voy a divertir mucho en este semestre.