Si gritaba la condenada escuincla cada que le daba su cinturonazo, ¿cómo se atreve a tirar la comida? ¿¡Esta PENDEJA cree que no me parto la espalda todos los días para qué trague?! Y ahí llego yo a poner mi cara de burrota, le pregunté si comió y SI MAMÁ, ME COMI TODO. ¿Cuál va siendo mi sorpresa que la canijita lo había dejado todo en el bote de basura! ¡Ni siquiera la puta carne se comió entera! Estaba tranquila cuando le dije que fuera por el cinturón, pero cuando me lo trajo con su jeta orgullosa, desafiante, retándome si perdí la cabeza.

En la cama la agarré, le subí la falda y le di lo que se merecía. Tal vez… tal vez me pasé un poco, no debí ser tan dura… Es que había vendido poco ese día… (mañana le compraré un helado) ¿cuántas veces le había dicho que si no trabajaba, seríamos de esos que piden en la calle? Si mi hija es una muchacha bien entendidita… no suele ser así. Si supiera cuánto trabajo. Si supiera cuánto me ha costado sin acostarme con ningún cabrón para cuidarla, sin venderme en las calles o vender mierdas que se meten los chamacos. Si Kayla lo supiera, entonces sabría que el cinturón es la lección menos dura de todas.