Los ex big-bloggers, son cuatro.
Distintos, como la cama al camastro.
Compartieron una casa y desayuno,
Se les extraña, sin equívoco alguno.

Alé Yushé, por ejemplo, tan bella,
sincera, hermosa y sencilla.
Murió de un friito que le dio,
Cuando su espalda desnudó.

En Gabo, encontró un particular
consuelo. Lo puso a caminar,
caminar y caminar, hasta que…
se hizo huesos y pulpa de pulque.

A Perikueto, con dos trabajos:
El estudio de diseño y los trapos.
Se le olvidó eso de hacer “blogueo”,
Murió por exceso de vida y ajetreo.

Y Stee, más bien solita se dio muerte.
“Ma Claque”, se hace llamar solemne.
Unas cosquillitas en sus lunares,
Que son veintisiete, fueron suficientes.

arbolsep-pix

Los favoritos, lo son por alguna cosa…
Ya sea costumbre, honestidad o guasa.
Esos, por nada del mundo los pierdo
Sin más, son los que sin duda, leo primero.

El de los 4colors –cuatro colores–,
El más divertido de los españoles.
Recibió una nota anónima y negra,
Murió de un infarto, con la segunda.

Un, dos, tres por mi –gritó Omar,
En el avión miró uno que otro mar.
En Inglaterra, lugar de las piedras grandotas
La Fría se lo llevó, cuando jugaba escondidas.

Jezabela Violeta, una bruja y loca.
Para el día de muertos, disfraz ya tenía.
Pues ni chance de estrenarlo tuvo,
Murió con un envenenado jugo.

Somos demasiado en acrónimos,
Pero es Olavia quien empezó los ánimos.
Si la Muerte se desquitó con ella,
Le cayó un avión, un piropo y una estrella.

Un blog surgió una noche de verano,
Jorge Carrillo, un hombre muy sano.
Fue el cigarrillo. No, no enfermándolo,
Quemándolo a él, su casa y su camisa polo.

En planeta fuera de otro planeta
Y además, dentro de otro planeta
Büilare y bellaCo no sabían nada.
La muerte se vistió de lavanda.

En el norte, hay un caballo negro…
La música, titulando cada esmero.
–¿Si lo dejará sordo? –pensó la Muerte.
Lo hizo y al minuto cayó (calló), inerte.

El caso patológico es uno severo,
Le emociona contar su activo desvelo…
Si lo mató un mega-macro-orgasmo,
De un retortijón por el espasmo.

La Daluska ya no nos escribe,
Dragona tibetana, interna, vive.
La muerte la agarró a pastelazos,
Y su carne hizo cachitos y pambazos.

El Johnny Rocker es otro ausente,
Tal vez el rock lo volvió demente.
Se aventó al centro de un volcán,
O sabe, dio vueltas en un huracán.

Ciclica nos escribe poesía muerta,
Mirando el cielo desde la huerta.
Un saco de ladrillos celestial,
En la madre a todo el epitelial.

El “In su recto”, Mario Romero…
Grotesco, lo empalaron entero.
Pues nomás dejó de existir como tal,
Ya saben, culpa del ateísmo, anime… y tal.

Hay una Equis que es bien famosa,
Martha, sin cable, una sonrisa esboza.
A ella le tocó mover la antenita un día,
Y fue su perdición, un rayo la achicharraría.

Bruno Ruiz, un escritor de a de veras,
Mirando jovencitas de short en las aceras.
Hipertextos, silencios y puntos de suspenso,
Un colapso nervioso, muere, descanso eterno.

Lisa Benjamenta jugó un ratito a las palabras,
–Denme una y yo les doy contenidos-formas.
La Muerte tenía toda una lista, unas cuatriocientas,
Y le dijo–: Si no terminas, aquí te sientas.

En lo mejor de todo, dicen que son cuatro.
A ver, Aethra murió al atropellarla un potro.
G murió al tratar de salvar a la primera,
Mercucio murió de impresión–: ¡Oh, quimera!

Anuar relata sus divertidísimas aventuras,
Una rima fácil–: a veces sus desventuras.
Murió entre un montón de chiquillos,
Hicieron de sus nervios pulpa, con sus gritos.

Nueces, las nux fulguris, la puta luz del sol.
Sus vecinos, unos niños que jugaban futbol.
Un hombre que salió de paseo a la alameda,
Una mujer que le mató la vista por la ceguera.

Omeyocan u Omegar para sus cuates,
Hace mucho no escribe, ni dimes ni diretes.
Cuento breve: Que él ya estaba enterrado,
A la izquierda del árbol, derecho en el vado.

El escritor argentino, Hernán Casciari,
Escribió Mujer Gorda, escribe Orsai.
No tomó la muerte demasiado en serio,
Ni aún cuando esta le rajó el pescuezo.

¿Quién lo entiende en Argentina?
Escribe los puntos y comas en gelatina.
A ella no le fue tan mal, un taxista
La atropelló cuando leía una revista.

Salvador Leal, un exlocutor de radio,
Media junkie(TM), se metió en un lío.
Lo aplastó un grupo de perredistas,
Su cuerpo marcado de zapatillas.

Semidios tampoco se escapó del castigo,
Ausencia de calor o un poco de frío.
No le bastó el suéter, ni rojo, ni mono,
Quedó tan entumido como caer de un pozo.

En Sin Calzones escribía Zampanò.
Cuarenta murciélagos, montaña de guano.
Hay gente que muere por congestión nasal,
Ya saben, Día de Muertos y algo de sal.

El blog que se autodenomina estúpido,
Murió por una flecha perdida de cupido.
No tuvo chance de pelear un plagio,
En el cuello, flecha atravesada, se veía recio.

De Armando Sámano, el medio adulto sabio,
Lleno de instrumentos (sextante y astrolabio).
Tantos números, estadísticas y finanzas,
Acabaron con él y con todas sus mudanzas.

Asakhira, la muerte te tenía en la mira.
También a Patricia, Rodolfo y Casimira.
Te gustaban tanto las letras, dicen por ahí…
Pues ahorcada con papel periódico. ¡Así!

Diabla querida, en paz descanza.