o la pequeña mierda en que me he convertido.

Hoy, supongo que me entiendo perfectamente.

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Alguna vez, en una borrachera… conocí a dos personas, mayores que yo, por supuesto. Una era una mujer, graduada en sociología, con un hijo tres años menor que yo, divorciada, con numerosos amantes en su haber pasado. Ese día, terriblemente sola. El otro, era su hermano… para describirlo, creo que el término “Shamán” sería adecuado. De esas personas que aprovechan su alta sensibilidad, su intuición y su voz, para adivinar los pasos que darás mañana o miran las huellas que guiaron tus pasos. Un lector de gente.

Pasada la hora del inicio de aquella reunión… la señora empezó a acercarse a mi. Me platicaba de lo que había leído, de lo que le gustaba en la televisión, de lo inteligente que era su hijo. Otro Vodka. Me platicaba de Italia y de aquel hombre que conoció allá, de las frases norteñas que se sabía, de su gusto por la cerveza Indio. Más Vodka. De que le permitía a los hombres encender su cigarrillo, que no era estúpida… que ella podía encenderlo sola, pero que les permitía ese acceso de caballerosidad. De que le encantó mi look, de los chinitos que tenía. De que, ¿qué pensaría yo si me decía que le encantaba? Más Vodka. De que bonito es lo bonito, de que le encantaba para una noche, de que… ¿tú novia de Puebla? (No, de Tabasco, de Tabasco). ¿Por qué le hablaba de ella? Ella estaba lejos, que le había ofendido, que le gustaba para una noche y ya, que se iría a buscar un lugar para estar solos, que su hijo no tardaría en llegar… que me había perdido la noche de mi vida, pero si quería… si realmente quería… nadie tendría que enterarse.

Su hermano, más tarde… después del evidente acoso, me jaló y platicó conmigo. En cierta forma me “protegió” de ella. Me dijo lo que veía en mi, probablemente un ángel del cielo. Me señaló tal y tal, de mi aura y le sonreí, estaba en lo correcto. Esas personas, por lo general, están en lo correcto. No es cuestión de tener ojos especiales, ni algún demonio susurrándoles en el oído o de que su aura este especialmente sensible. Sencillamente, observan y deducen. Creo en ese poder de observación.

Él me señaló a su hermana y me preguntó–: ¿Sabes qué es ella?

Sonreí.

–¿Qué?

–Un vampiro.

Asentí, lentamente.

–Los vampiros son aquellas personas que roban energía, demandan tu atención, te desgastan poco a poco, porque la energía de ellos ya esta más que desgastada. Entonces se alimentan más y más. Y no sirve ceder, porque querrán más energía de ti una vez que les hayas dado algo.

Asentí de nuevo. Si, el acoso de toda la noche, de parte de aquella señora mayor… fue un desgaste de energía terrible. Y no estaba mal… tenía cuerpo para su edad. No era fea. Y el alcohol, nos embellece por minuto. Ufff… eso de ir de silla en silla, buscando un lugar donde ella se sintiera incómoda o donde no pudiera estar a mi lado… y estar pensando toda la noche, con el alcohol subidito–: Al fin que ella ni se va a enterar.

Obviamente, no hice nada… pero siempre que recuerdo al hermano, hago una mueca, o sonrío, o me froto la frente por vergüenza ajena, o me carcajeo en voz alta.

Un vampiro… en eso me he estado convirtiendo.

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Cheque dice:
La dama de la foto es alguien especial?

Tsef Thaed dice:
es mi novia

Tsef Thaed dice:
mi novia tabajqueña

Cheque dice:
en serio tienes una novia tabasqueña?

Cheque dice:
pero vive aquí en México me imagino….?

Tsef Thaed dice:
nope

Tsef Thaed dice:
vive allá

Tsef Thaed dice:
jeje

Cheque dice:
¿y cuándo la conociste?

Tsef Thaed dice:
hace un año ya

Tsef Thaed dice:
más de un año

Tsef Thaed dice:
pero cumplimos a finales de Agosto un año

Cheque dice:
órale árbol, eso no nos contaste!!!

Tsef Thaed dice:
pues si

Tsef Thaed dice:
ahora ya lo saben

Tsef Thaed dice:
jeje, andamos en pláticas

Tsef Thaed dice:
a ver que hacemos o donde vivimos y todo ello

Cheque dice:
en serio!!!, que chido, muchas felicidades!

Tsef Thaed dice:
si

Tsef Thaed dice:
va en serio

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Desde el despido de mi mamá y la insistente búsqueda de rápida adaptación a mi nuevo entorno, he logrado poco, si es que nada. Me he llenado de stress, de conformismo, de peleas con gente que parece mi familia, pero no lo es. He tenido que convivir con alguien ajeno a mi país, y con alguien ajeno a mi forma de ser. Y nos ha ido bien. He tenido que comprender donde empieza mi vida personal y donde empieza mi trabajo. Y me ha ido bien. También he descubierto, que no tengo nada en mis manos. No hay nada con mi nombre. Si esta etapa de mi vida terminara, tendría que irme con el rabo entre las patas y admitir que todavía soy un niño. Y ser un niño, hasta los treinta o treinta y cinco años de mi vida. Tal vez más.

Sin embargo, como buen vampiro… He recibido mucho apoyo, que no me merezco. He estado llenando a gente de mis problemas, que no se merecen. He tenido miedo de decepcionar a quienes me quieren, todo el tiempo. Ya no se que esperan de mi, que esperar de mi o que esperan todos de todos. Siempre he tenido expectativas muy altas conmigo mismo y siempre he trabajado para llenar cada una de ellas, sin lastimar a otros.

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Aquellos días, en los que me sentaba a planear los cuentos, las historias o los chispazos espontáneos, terminaron ya. He cambiado y resultado de ello, son estos pensamientos que tengo últimamente. No hay ficción que me salve o que me invente, que me rescate de ello. Sólo quedan algunos sueños de proyección, de mi yo futuro, de lo que quisiera ser y en algunos de ellos, regresan esos bonitos ratos donde me sentaba con un café y podía escribir sin que nadie me interrumpiera. A su paso, a su tiempo. Era bonito tener una jefa que pusiera comida en el refri, aunque no comiera ahí la mayoría del tiempo. También era maravilloso su silencio, su respeto por la intimidad, su entendimiento a nuestra manera de los Salazar.

Para solucionar eso, de manera provisional e incompleta, me compré unos audífonos.

Hoy he tenido que aprender a economizar, a partir mi mente en dos, para responder preguntas insulsas y buenas preguntas. De alguna manera, tengo a alguien en la oreja de un lado (a deshoras, en destiempos) y a la vez, tengo que continuar algo que estaba escribiendo. Sumado a ello, por supuesto, esta lo obligatorio que es planear un buen presupuesto para comer todos los días. Ya no he comido mal, de eso doy gracias. Tuve peores momentos hace unos seis, siete, ocho meses. No me falta un lugar donde dormir, no me falta el agua y no me faltan las herramientas.

Todo está ahí.

Aún no aprendo a ser humilde, a pedir ayuda de la manera correcta. Una cosa que me hizo notar mi jefe, es que… pido ayuda, negándola. Se me alza algo llamado orgullo y me vuelvo el personaje más hiriente, más vampírico y más arisco que existe. Crece mi sarcasmo, crece mi agresividad y pongo dedos sobre llagas. Y aunque me vaya a la cama, con el remordimiento, y despierte, con la culpabilidad… no pediré disculpas. Cuando intento pedirlas, en ese estado de ceguera emocional, es peor todavía. Crece una piedra sobre otra y se forma una gran pirámide de eventos, que para derribarla ya es demasiado tarde.

Desde que me mudé, lentamente… me he transformado en todo lo que los Salazar aborrecemos de nosotros mismos. Ya no es un ambiente controlado, donde puedo medir mis acciones o donde alguien sabe como me comportaré. Ya no. En sí, les doy un punto a los pediatras: Estoy utilizando los mecanismos de defensa que aprendí de niño, ahora que me enfrento a algo nuevo. Y me desespera que no todos funcionen.

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Los Salazar siempre hemos tenido problemas emocionales con otras personas distintas a nosotros. Aunque aprendimos a ser muy tolerantes porque vivíamos once en un sólo departamento. Con facilidad, notamos los errores que cometen otras personas y nos sentimos orgullosos de no cometerlos. En cambio, nuestro sentido común ha disminuido. Al crecer tantos en un sólo espacio, aprendimos a depender los unos de los otros: Si alguno carecía de algo, había otro que podía llenarlo. Como todos pensábamos de manera similar, podíamos hacer brindar la solución a lo que el otro no podía ver por su orgullo.

Si no sabías algo, era tu culpa no saberlo o te hacías el tonto. En mi familia no son permitidos los estúpidos. Es por eso que sé buscar la información que necesito, es por eso que tengo tintes de autodidacta y es por eso que conozco a la gente a quien preguntar. Al tener ese poder de búsqueda, al tener la facilidad de asimilar la información, nos volvemos unos sabelotodos insoportables. Y tendemos a rechazar a la gente que pregunta de manera insistente, que consideramos idiota para investigar o que no puede hacer algo que pensamos sencillo.

No nos preocupa ofender y no hay ningún espíritu de competencia o de envidia si alguien sabe algo que nosotros no, puesto sabemos que lo podríamos aprender si lo necesitamos en el momento. Somos estudiosos por naturaleza y olvidadizos de nacimiento. Así que cualquier cosa que aprendamos, será olvidada tan pronto no la necesitemos.

Tendemos a estructurar lo que nos apasiona, a comprender de manera inmediata lo explicado y a interpretar papeles, con tal de obtener la información si la necesitamos. Si no nos es dada, no nos preocupa… la buscaremos o lo viviremos en experiencia propia. Sin embargo, para las emociones y para el sentido común, no hay ningún manual o una forma de estructuración.

Ninguno de los Salazar, al ser tantos en un sólo espacio… tuvimos el manual de “Vivir Solo”. Y ninguno tuvo un manual de “Vivir con Compañero”. Y ninguno más tuvo manual de “Vivir con Compañero, a una escalera de tu Oficina”. Al no haber manual, he decidido practicar esto por cuenta propia… y al practicar esto por cuenta propia, estoy aprendiendo todo lo que no pude con ellos. So, en cierta forma, me estoy convirtiendo en un ser completo o en una antítesis de lo que son ellos. Una de varias. Aún estoy pensando en ello.

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Los riesgos que todo lo anterior implica, es que estoy haciendo cosas que no hacía. Me defiendo al modo de los Salazar, de cosas por las cuales no tengo que defenderme, sencillamente porque no las conozco. Y tengo su ojo observador, en algún lado. Es como un ojo personal, un fantasma propio, que está esperando a que me rinda, a que deje esta experiencia absolutamente innecesaria. De alguna manera, algún pedazo de mi persona, está esperando a que todo esto reviente para irme por otro lado y que nadie sepa de mi.

Tan sencillo que sería irme a Toluca, con mi jefa. Desconectarme absolutamente de todo. Vivir con ella, vivir a través de ella y que ella viva a través de mi. Platicar con los primos, mejorarles su negocio y cobrar una lana. Un negocio redondo.

Tan sencillo que sería irme a Colima y decirles–: Ya me harté de todo. Y vender jugos en las mañanas, platicar con mi hermano y/o llevarlo a la escuela, que me presente a la maestra de veinte que me ha estado prometiendo.

Tan sencillo que sería compartir la vida, con uno de mis tíos y con su permiso. Proponerle que vivamos juntos. A él le gustaría, aunque pusiera cara de que no y a mi, me facilitaría la vida.

Hay opciones y cada una de ellas, sería rendirme.

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Mi trabajo, deja un sueldo medianamente aceptable. Podría dejar mucho más, si decidiera escalar. Si decidiera llevar proyectos por mi cuenta. Sin embargo, hay un dicho que es muy cierto–: Entre más tienes, más quieres. Aunque a ratos, me despierto en las mañanas y me pregunto cuanto quiero y me digo todo lo que quiero… la solución sería esa. Ya llevo suficiente trabajando aquí, como para pedir proyectos por mi cuenta. Sé como comportarme en una junta, sin niñera a un lado. Ya lo he hecho. Sé como tratar a un cliente, ya lo he hecho. Y puedo soportar el stress de llevar un proyecto sin equivocarme. Conozco a la gente que funcionaría para tales proyectos.

O incluso, si quisiera ganar más, podría buscar un mejor trabajo.

Sin embargo, no se trata de eso. Si quisiera, bien ya lo hubiera hecho. Lo mío no se trata de dinero. Lo mío se trata de terminar un pendiente y cumplir una promesa. Tengo una carrera universitaria que terminar y es una que quiero disfrutar. Lamentablemente, la carrera de Letras exige un par de sacrificios y uno de ellos, es estancarme en mi trabajo por decisión propia. Necesito el tiempo torcido de ambos horarios, para cumplir bien mi trabajo y para cumplir bien mi escuela. Sé que me esperan dos años más o tal vez, tres. Eso no me gusta.

Es lo que tengo metido en la cabezota estos días. Es lo que ciega mi perspectiva y sin querer, le he regalado un par de cigarrillos a los señores grises. Hay días que me siento como caballo ciego, andando nada más adelante, esperando que esto termine… nada más de pensar el tiempo que me falta, me oprime el pecho, me desespera. Me molesta que los Salazar no hayan dejado una enseñanza para este tipo de stress, me molesta no conocer a nadie que lo pueda manejar y me molesta que no haya un www.timeinventermachine.com en internet, ni en las bibliotecas.

He olvidado disfrutar mi vida y cada vez son menos los días en que el “Serenidad y paciencia, Solín. Paso a paso llegas a donde quieres ir”, era el rezo de cada día.

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Respecto a Sol, no hay mucho que pueda decir. Tal vez todo lo que no he dicho. Ella llena todo lo que carezco y le quiero tanto, que es quien ha sufrido los aspectos ácidos de mi persona. Eso es una idiotez, es como el padre que le ha pega a su hijo mientras grita: “¡Y esto me duele más a ti, que a mi!”. Lamentablemente, esta etapa de mi vida es muy ácida y muy oscura. Y habrá otras, que sean más ácidas y más oscuras. Sin embargo, deberé aprender a pedir disculpas y mejor aún, a detener esos modos que me enseñaron los Salazar para tratar a la gente que quiero cuando estoy de malas… no sólo con ella, con todo mundo en general. No erradicarlos por completo, porque no me niego… pero si controlarlos.

Soy joven, lo sé. Pero Sol es la primera mujer que me hace pensar en ser un hombre más grande, más todo. Porque ella me quiere, y yo la quiero. No lo interpreten mal, me han querido mucho antes. Me han querido tanto como para proponerme matrimonio a los dos días de noviazgo. O me han querido tanto, a costa de su propia persona, de su propia dignidad. Tan bonito soy, que una vez una madre de tres hijas me empezó a vender a cada una de ellas. Incluso la de dieciséis. (Es un poco chiquita, pero tiene futuro). No puedo quejarme. He sido querido, he sido deseado y también he sido amado antes. Así como también ella lo ha sido.

Puede que me equivoque o puede que el futuro no sea así. Algunos pueden pensar que Sol es quien me rescata, cuando ya no me soporto a mi mismo y decido escaparme para verla. Que ella es mi resort vacacional. No es así, porque me llevo a cualquier lugar donde vaya. Ya es para que me conozcan. Y así como me soportan aquí, me soportan allá. Eso es lamentable y desgastante, pero también puede ser divertido y estimulante. (Sonrisita).

Jorge me preguntó, alguna vez, que era lo que veía en ella. Yo, respondí como respondería a mi mamá: “Es una mujer (insertar atributos maravillosos aquí”. Él se sonrió.

–Creo que lo que más importa en una mujer… es que tú le gustes a ella. Que tú le gustes, ¿me entiendes?

Pues Sol me gusta. En Sol, reconozco a la persona quien estará conmigo. De la que estaré enamorado todos los días, de la que permitirá hacer ridiculeces, de la que soportará la rutina un ratito y me gritará que quiere hacer algo nuevo, o si no se divorcia. En Sol, conozco a la persona que estará sufriendo mis accesos ácidos. Y también, conozco la persona que me enseñará sus triunfos donde estarán mis fracasos. En Sol, puedo ver todo eso. Y el alma gemela, o la deuda kármica, significan poco para mi si no llevan su nombre en esta vida.

Espero yo gustarle a ella lo suficiente.

¿Qué puede ser que la vida es sueño y ella no sea la mujer que digo? No lo creo, tengo muy buen ojo. Sólo espero que ella me aguante. Es la primera mujer a la que no tengo miedo de decirle: “Toda la vida”, “Cuando seamos viejos”, “Con nuestros nietos”. No cuido mis diálogos, mis cursilerías o mis desvaríos. Me suelto libremente y soy todo lo Salazar y Fest y Rojas y Narayanath y Agustín que pueda ser. No elijo ninguna palabra cuidadosamente. Y eso para mi, es la mujer correcta, es con quien me siento en casa. Es mi casa y a mi casa, la amo.

¿Qué el tiempo y la distancia? Si, si me preocupan. Todos los días. Me preocupan por ella y por mi. Son factores, pero me divierto más tratando de vivir solo que evitando mis guiños coquetos o las vampiros de cuarenta años que me dicen que mi novia de Puebla está lejos. So, no me queda más que trabajar, trabajar mucho primero. Acabar con mi escuela, ahorrar algo de lo que gane, prepararme para el futuro que a veces parece distante. Que a veces me desespera.

Sin embargo, también estoy consciente de algo todo el tiempo. Todo esto podría suceder mañana. Así como podría fallar, podría triunfar. ¿Y entonces, qué cuentas le rendiré al destino si no estoy preparado para el uno, como para el otro? De saberlo… de saberlo, ya hubiera hecho un manual. El tiempo se me hace chico y lo siento tan grande. Digo que no tengo nada en las manos y tal vez, ya lo tengo todo.

Ya mañana…
Hasta mañana.