Lo escuché, puedo jurar, desde dos calles atrás. Llegó riendo y no paraba de reír. No paraba de abrir los ojos que en cualquier momento, podrían saltar de su lugar. Estaba pálido y tenía la boca seca, sacaba tanto la lengua al reír. Cuando llegó, azotó su mochila al piso y se sentó en el sillón, a seguir riendo. Estaba pálido y el brillo de la mirada tan perdido, me acerqué a él. Estaba tan asustada y le tomé el rostro con las manos, me asustó más cuando no me respondía y repetí su nombre tantas veces la voz me permitió. Moví su cabeza, de un lado a otro y él sólo atinaba a reír más, con la voz a trompicones me pidió un café y yo obedecí dudosa.

Me quedé en la cocina, escuchando su risa y me tardé en hacer el café, hasta que la risa se fue apagando. Esperaba eso, esperaba que callara pero al escuchar el silencio, tan seco y tan repentino, me puse nerviosa. Le llevé el café con las manos temblando y me senté junto a él. Estaba muy callado y con los ojos miraba su reflejo, en el café negro y con dos de azúcar. Miguel, le llamé despacito, Miguel… ¿qué pasó? ¿Miguel, dime qué pasó? Le tomé la mano y le apreté los dedos. Miguel no respondía, seguía mirando el reflejo del café negro.

–Una esquirla –respondió–. Estaba en la calle, cruzando una calle. Y adquirí algo que nunca antes había sentido Ursula. Pude verlo todo. Pude ver con otros ojos. Se me enchinó la piel del cuerpo, me temblaron los pies y las manos. Y seguí cruzando la calle Ursula. Ahí fue cuando escuché el derrapazo –Miguel sonrió de nuevo, pero más tranquilo–. Un taxista salió fuera de control y pegó a un Jetta blanco, nuevecito, ni placas tenía. Se escuchó terrible, yo sólo alcancé a ver el borrón blanco de ambos coches y había estado ahí tan sólo unos segundos atrás. Unos segunditos, ¿me entiendes? Lo sentí todo, desde antes que sucediera y lo único que pude decirme era: “Tienes que cruzar esa calle, tienes que cruzarla ahorita”. Y así lo hice, sabía lo que iba a suceder… y escuché los coches chocando. Lo sentí todo, sentí como se le cayó la cabeza al taxista y miré al conductor del jetta doblarse en tres. La sangre y la gasolina se mezclaron. La fórmula indicada. Pero pude sentirlo todo, pude sentirlo absolutamente todo. En el impacto, salió volando una esquirla de metal… fueron segundos Ursula, los segundos más largos que he vivido. La esquirla pasó a un lado de mi cabeza… pude escucharla silbar y miré como rompió la ventana de un departamento. FUUUUUUMMMM… rapidísimo, pero la vi tan lenta. Como la marcha de un caracol, la miré pasar a un lado de mi cabeza… a un lado de mi cabeza… de mi, cabeza…

Ursula se llevó las manos a la boca, asustada. Y lentamente se le fue dibujando una sonrisa…

…había captado el chiste.