La mujer observó cuidadosamente a los integrantes de la junta, todos señores y señoras de más de treinta años en servicio en esa firma de abogados, escuchó a su compañero exponer el caso de Bertolucci, algún criminal que ofrecía una jugosa comisión.

Y cuando menos lo esperó todo mundo ella se echó a reír. No supo el motivo, simplemente le dio un impulso. Rió bastante, aunque su mente le decía que le había costado mucho trabajo estar donde estaba sin sacrificar sus principios feministas. Trató de controlarse y se llevó las manos al estómago, pero siguió riendo.

Un hombre de cincuenta años o más, como todos los demás, se puso de píe para tranquilizarla pero se echó a reír, se veía tan graciosa la mujer risueña que estaba azotada en el piso de risa. Echó a reír como nunca lo había hecho en sus cincuenta y tantos años de vida.

Entonces se levantaron los demás directivos y también rieron, era una orgía de risa incontrolable donde algunos hasta casi vomitaban de risa. La escupían como caramelos de un peso. Y así, por toda la firma se extendió la risa…